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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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jueves, 26 de julio de 2012

Habría que ponerle más atención al bajo crecimiento económico del país (LPG)

En el plano de la economía, lo que hemos venido haciendo, como país, a lo largo de la posguerra, podría constituir el catálogo perfecto de la dejadez institucionalizada.

Que nuestra economía está padeciendo estancamiento crónico no es una novedad para nadie. Y no son de hoy los problemas que proliferan en este campo, que es tan determinante para la vida nacional en todos los órdenes, y muy en especial para el bienestar social básico. Luego del repunte de crecimiento vigoroso inmediatamente después de concluida la guerra, de seguro por efecto de tantas energías sofocadas durante el largo conflicto, no se pudo mantener la dinámica expansiva. Y esto ha sido así durante todos los años subsiguientes, con alzas y bajas, pero sin que se vea hasta la fecha por dónde vendrá una verdadera activación, que además sea sostenible.
En su informe de coyuntura sobre lo ocurrido en este campo durante el primer semestre del año en curso, la ASI señaló hace algunos días el emproblemamiento progresivo del quehacer económico nacional, que hace que haya que rebajar las previsiones de “crecimiento” para 2012: de un raquítico 2% a posiblemente un aflictivo 1%. Y en estos días el conflicto interinstitucional ahuyenta más la inversión y la calificadora de riesgo Fitch ha revisado a la baja la perspectiva de nuestro país. Todo lo anterior se da en nuestro país mientras los vecinos del entorno inmediato tienen tasas muy superiores. La primera y multirreiterada pregunta es: ¿Qué nos pasa?

En la misma línea en que hemos venido analizando el comportamiento nacional en esta área, en comparación con lo que ocurre en el vecindario, la dirigencia de la ASI considera que las causas más determinantes de tal fenómeno no son ni la inseguridad ciudadana, ni la crisis global ni las condiciones internas de pobreza: las causas se centran en la inestabilidad política y en la inseguridad jurídica. Es decir, son las conductas políticas las que están generando un efecto desestabilizador, porque insisten en moverse dentro de la ambigüedad, del enfrentamiento permanente y de la cortedad de perspectivas.
La experiencia enseña que ningún problema se resuelve por su cuenta, y que dejar estar las cosas es la peor estrategia posible, en cualquier circunstancia. En el plano de la economía, lo que hemos venido haciendo, como país, a lo largo de la posguerra, podría constituir el catálogo perfecto de la dejadez institucionalizada. A estas alturas, con un endeudamiento público creciente, que ya está en los límites de lo insostenible, y cuando no hay estímulos organizados para impulsar el crecimiento, las perspectivas nacionales se vuelven cada vez más nebulosas. Y esto dispara las incertidumbres y promueve el desperdicio de las escasas energías renovadoras. Desde luego, pese a las grandes dificultades que están presentes en el día a día nacional, este no es momento para el desaliento y el pesimismo. Por el contrario, la responsabilidad de todos consiste en aunar los esfuerzos necesarios para hacer que se active la mayor creatividad posible, en función de ponernos, como institucionalidad y como colectividad, en verdadera sintonía con los tiempos. El rezago en que vivimos desde hace tanto tiempo se multiplica en efectos depresivos y limitantes, y si no hacemos lo efectivo y suficiente para revertir esta tendencia, podríamos llegar a la condición de Estado Fallido o al nivel de las sociedades crónicamente estancadas.
Como decía un Presidente de los años setenta del pasado siglo, todavía hay tiempo, pero no mucho tiempo. En vez de estar desgastándonos y desgarrándonos en disputas absurdas por pequeñas raciones de poder, tenemos que dedicarnos a lo esencial, que es el país y su desarrollo.

 

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