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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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martes, 17 de julio de 2012

Desde las altas esferas se debe dar el ejemplo de la buena conducta (LPG)

Algunos casos de conductas indebidas y hasta delictivas de funcionarios públicos de alto nivel vienen saliendo a la luz, ante el repudio ciudadano que eso provoca.

En el país, una de las constantes históricas más perjudiciales para el buen avance de nuestra sociedad en todos sus aspectos es esa especie de impunidad institucional que hace que desde el poder todo parezca posible, aun más allá de las líneas de contención trazadas por el orden jurídico. Pero es claro que en este campo se está dando una transición, impulsada por la misma democracia en marcha: de un estado de arbitrariedad a un Estado de Derecho. No podemos decir que tenemos ya un Estado de Derecho en pleno, porque falta mucho por avanzar; pero sí es constatable que dicho avance se va dando, pese a todos los obstáculos en la ruta.
La democracia, por su propia naturaleza, es una vitrina permanente de la función pública, en abierto contraste con lo que ocurre en las distintas formas de autoritarismo, en las cuales una de las cosas que más se cuidan y protegen es la impunidad del poder. Y así, como herencia de la práctica autoritaria de tanto tiempo, muchas áreas institucionales aún conservan bolsones de penumbra, lo cual dificulta el derecho ciudadano a hacer las debidas observaciones en los ámbitos gubernamentales. Superar esta situación es siempre muy difícil en los hechos, como puede constatarse con las diversas trabas y cortapisas que viene padeciendo en nuestro país la normativa sobre acceso a la información pública.

Pero, aparte de los marcos legales y administrativos, siempre lo más importante son las conductas personales. En ese sentido, las autoridades y funcionarios de todo rango y nivel están llamados y obligados a dar ejemplo constante de seriedad, dignidad, decoro, tolerancia y disciplina en el comportamiento tanto público como privado. Para salirse de dicho marco de actitudes y procederes no valen excusas ni justificaciones de ninguna índole. La ejemplaridad debe ser permanente e inequívoca, de tal manera que contribuya a asegurar y fortalecer las prácticas de una convivencia social verdaderamente civilizada.
Algunos casos de conductas indebidas y hasta delictivas de funcionarios públicos de alto nivel vienen saliendo a la luz, ante el repudio ciudadano que eso provoca. Dicho repudio es una señal muy patente de que la impunidad en las áreas antes invulnerables del poder está viéndose cada vez más expuesta al escrutinio de la ciudadanía. Y ello es un avance en la democratización real, al que aún le falta mucho, pero que ya es notorio. Debe hacerse inequívocamente vigente y sin excepciones el principio de que nadie puede ponerse por encima de la ley. Esto es fundamental para consolidar el Estado de Derecho, en todas sus dimensiones y expresiones.
Se hace cada vez más patente que una de las responsabilidades principales de las organizaciones políticas y de sus liderazgos estriba en escoger a las mejores personas para llevarlas a ejercer funciones de representación. Y deben ser las mejores en todo sentido, desde el temperamento hasta la práctica de valores, desde la idoneidad profesional hasta la acrisolada y comprobada honradez. A la hora de la selección, todo esto debe pesar más que las cuotas de poder interno, los arreglos por pertenencia o por adhesión, y el aseguramiento de beneficios por favores otorgados. Es decir, que la moralidad personal y pública se imponga.
La ciudadanía está cada vez más atenta al comportamiento y al desempeño de sus representantes, lo cual constituye un avance democrático de notables proyecciones. Y esto les pone a las distintas fuerzas políticas una tarea clara: escoger bien a todos los que proponen, y asegurarse de que cumplan.

 

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