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MODERACION
miércoles, 23 de mayo de 2012
Presidente Funes, por favor defiéndase (LPG)
Cuando gobernaba Duarte, un medio de comunicación, su inflexible acusador, se quejaba de que las obras públicas urbanas se realizaran de día, porque entrampaban el tránsito vehicular. Cuando el MOP decidió hacerlas en la noche, protestó airado porque no dejaban dormir.
Desde entonces no había escuchado una crítica tan implacable, como la
de alguien que ha reprochado a Funes por las reuniones que está
haciendo con distintos sectores, tratando de incorporarlos a la lucha
contra la delincuencia. Esa es una coartada, dice, para justificar la
ineficacia del gobierno, porque el único responsable de la seguridad es
el Estado.
Tesis desde luego equivocada, porque todos y cada uno
de los que aquí vivimos, tenemos la necesidad y la obligación de hacer
cuanto esté a nuestro alcance contra el crimen y la violencia social.
Teoría que en sustancia afirma: si no hacer es malo; hacer, es peor.
En
Italia hay un dicho popular que retrata ese tipo de juicio: ¿Llueve?
¡Gobierno ladrón! Es el razonamiento de los que se molestan porque el
presidente los ataca si ellos, dicen, solo lamentan la incompetencia del
gobierno, su despilfarro, su endeudamiento, su incapacidad de atraer
inversión, de garantizar la seguridad, etcétera; pero todo eso es
verdad, se justifican; no es motivo para que los agreda.
En Italia
también, un político que estuvo 46 años en el gabinete, 7 veces como
primer ministro, esculpió una frase que recorrió el mundo: “Il potere
logora chi non c'e lha” (léase Il potere lógora qui non chelá), el poder
desgasta... a quien no lo tiene. Pero en su caso se equivocó.
El
acoso de sus enemigos y malquerientes fue intenso y continuo: lo único
de lo que no me han culpado, se reía, es de las guerras púnicas, porque
entonces estaba muy joven. Pero la gota agujereó la roca y fue condenado
a 24 años de cárcel por asociación mafiosa. Se diría que fue de mayor
acierto este otro aforismo: prestigio que se discute, es prestigio que
cae.
El buen crédito de Funes, todavía alto según encuestas de
opinión, podría hundirse en bancarrota si sus amigos no se agrupan para
defenderlo; de las personas que dicen estar arrepentidas de haber votado
por él; de las que no logran deglutir sus políticas sociales; de las
que desde el principio y por principio estaban en su contra (como el
suscrito, antes de verlo gobernar) y en especial de los que berrinchan
exigiéndole un castro-chavismo que en realidad nunca prometió.
Dijo
Dag Hammarskjol, el malogrado secretario general de la ONU: “Solo es
digno de su poder quien lo justifica día tras día”. Eso necesita Funes,
cada jornada una buena acción.
Que la hagan resaltar, repito, sus seguidores que, de ser verdaderas las encuestas favorables, son una “mayoría silenciosa”.
Sus
amigos, porque si en verdad él se exculpa constantemente, haciendo del
ataque la mejor defensa (como un ajedrecista o un guerrero), para
desconcierto y enfado de sus enconados rivales, el choque en primera
persona le causa melladuras, a fuer de constantes capaces de demolerlo.
Sin
omitir que hay “díceres” propulsados por el irresistible empuje de
internet, que por referirse a su vida privada, él no puede desmentir,
mucho menos polemizar sobre ellos.
Allí es donde más necesita de
los que lo aprecian. Así como se compactaron para apoyar su candidatura,
deben amalgamarse en auxilio de su gestión.
Siendo esta en gran medida debida a ellos, no pueden encuevarse en el silencio cual conejitos asustados.
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