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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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lunes, 30 de enero de 2012

Las pandillas le han declarado a la autoridad una verdadera guerra (LPG)

Lo que estamos viviendo no es una guerra social, sino una guerra delincuencial, que se cobra casi todas sus víctimas entre los mismos pandilleros y entre aquéllos que están en su ámbito de acción.

El comienzo de este 2012 ha presentado una alarmante persistencia de las acciones homicidas en el país. El hecho no puede ser medido con simples criterios estadísticos, porque todos los indicios de la realidad apuntan hacia el hecho de que las pandillas quieren hacer sentir su capacidad de fuego frente a los distintos anuncios institucionales de poner en práctica una lucha más eficaz contra las mismas. Parece ser cada vez más claro que la mayor parte de los homicidios que se cometen son resultado del accionar de las pandillas, y la espiral va en aumento. Esto crea un escenario muy específico, que hay que enfocar y atacar como tal.
El fenómeno criminal es en nuestro país una realidad que se le ha ido yendo de las manos en forma cada vez más desafiante a la institucionalidad establecida. Al comienzo de la posguerra no se dieron los enfoques que permitieran identificar cuáles eran, ya en aquel momento, las amenazas principales en el tema de seguridad ciudadana, y esa desatención culpable está en el trasfondo de todos los gravísimos trastornos actuales. Luego, cuando ya comenzaron a aparecer en el terreno los primeros signos de que el crimen organizado y las pandillas estaban tomando posiciones, tampoco hubo tratamientos de control. La negligencia institucional fue evidente.

Hoy, tenemos un monstruo encima y alrededor. Y con el agravante de que, al haber crecido sin control la incidencia del accionar criminal, la autoridad parecer haber venido quedando a la defensiva, lo cual genera en la población, como es natural, un sentimiento de indefensión también creciente. Aquí hay que conectar el tema explosivo del narcotráfico, en el que convergen, con todos los peligros y trastornos adicionales que eso acarrea, el crimen organizado y las pandillas. Estamos en vías de que tal alianza nefasta llegue a constituirse en un poder de alcances incontrolables, con infiltraciones y contaminaciones generalizadas.
Tenemos hoy una estadística de homicidios realmente pavorosa. Las cárceles se mantienen como sedes de las órdenes del crimen. Hay áreas territoriales prácticamente tomadas por la delincuencia. La gente lo vive y lo dice a diario: se sale de la casa y nunca se sabe si se va a volver. En el ámbito judicial, es notorio que la intimidación y la corrupción ganan terreno. La criminalidad no se detiene ante nada, y la impunidad le da más audacia y envalentonamiento en sus acciones. Y en vez de que desde los ámbitos institucionales se le haga la guerra al crimen es el crimen el que, con toda desfachatez, le está haciendo la guerra a la autoridad.
Ante todo esto, la pregunta simple y obligada es: ¿Qué hacer? Resulta perfectamente claro que lo que se ha venido haciendo no basta, y el no tener resultados significativos agrega más desconcierto y ansiedad, tanto en el seno de las instituciones como en los distintos espacios de la ciudadanía. ¿Cómo emprender, entonces, una estrategia verdaderamente nueva, que dé cuanto antes signos de efectividad? Signos, y luego pruebas. Se necesitan, sin duda, cirugías mayores, en los planes y en los entes que habrán de ponerlos en práctica. Es cuestión de ponerse en serio a hacer la ultrasonografía de la realidad y luego a definir los tratamientos pertinentes.
Lo que estamos viviendo no es una guerra social, sino una guerra delincuencial, que se cobra casi todas sus víctimas entre los mismos pandilleros y entre aquéllos que están en su ámbito de acción. Es clave saber contra qué se lucha, para que la lucha pueda volverse eficaz.

 

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