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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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viernes, 2 de diciembre de 2011

En seguridad, todos somos responsables (El Mundo)

Armando-Rivera-Bolaos¿Qué ya es tarde? ¡Eso poco importa! Peor es seguir de brazos cruzados y no comenzar por hacer algo.

Armando Rivera Bolaños
Abogado y Notario


Cierta noche, salía de impartir clases de una escuela urbana donde era el director, cuando de pronto vi que a uno de mis alumnos lo atacó un grupo de jóvenes desconocidos; pero lo que más me llamó la atención fue que la novia que él tenía en el centro escolar, era la más violenta en darle golpes por todas partes. A pesar de mis gritos, ningún vecino de las inmediaciones quiso ayudarme y ante el peligro de que mi actitud pudiera desencadenar agresiones en contra de mi persona, opté por retirarme bastante conmocionado.


A la noche siguiente, hice comparecer tanto al agredido como a su novia (eran adolescentes mayores) y ante mi estupor, ninguno dijo sentirse ofendido de nadie por lo que sucediera la noche anterior. Sin saberlo, había presenciado lo que después se conoció como “brincar” a alguien para darle ingreso a las pandillas. Meses más tarde, ambos jóvenes fueron apresados por la policía y condenados en un tribunal por un grave delito. Por ese tiempo, me trasladaron a una escuela del centro capitalino y allí la cosa fue peor, pues predominaba una pandilla, mientras que a escasas cuadras de distancia, en otra escuela, “gobernaban” los pandilleros rivales. Tarde a tarde aquellos “gamberros” se peleaban a pedradas y garrotazos, sin que nadie interviniera ( y entiendan la palabra nadie en su sentido literal), mientras que a los pobres maestros solamente nos quedaba el recurso del regaño posterior, pues ya era prohibido “jalarles” siquiera la oreja a semejantes palurdos malcriados, quienes, en actitudes rebeldes, nos decían “por mi mara y por mi barrio, hasta la vida yo daría”. Llamábamos a los padres de familia, pero eran pocos los que acudían y varios de ellos nos decían “déjelos profesor, ya están grandes y saben lo que hacen”. ¡Jesús del huerto! Nos preguntábamos: si los padres de familia se desatienden de sus hijos ¿qué nos queda a los educadores? A ello, sumemos, que al terminar la guerra fratricida miles de esos jóvenes pasaron su niñez sin la asistencia de sus padres, criados con abuelos, tíos o personas particulares y muchos eran huérfanos, o desamparados por el éxodo maternopaternal.

Nunca se pensó en proyectos de reeducación, de tratamiento psicológico o de asistencia laboral para esa desafortunada juventud, situación que también se vio doblemente enturbiada con el reclutamiento desmedido de menores en ambas filas de combatientes, tal como pude observarlo directamente en unidades del FMLN o del Ejército nacional, siendo corresponsal de guerra para un periódico estadounidense. Pero mucho antes de la debacle armada, las gentes y los policías gozaban cuando menores de pelo grifo, pantalones anchísimos y camisas floreadas al viento, bailaban retorciéndose en las esquinas de las ciudades al son de músicas estridentes, mientras daban alaridos de coyotes. Nunca imaginaron que “esos locos” eran la vanguardia de las pandillas, de las maras, de las actuales tropas al servicio del narcotráfico y del crimen organizado que tienen en vilo y secuestrada por el temor a la sociedad entera ...a menos que nos unamos todos en apoyo a la seguridad pública.

¿Qué ya es tarde? ¡Eso poco importa! Peor es seguir de brazos cruzados y no comenzar por hacer algo. No nos desgastemos en críticas estériles, alejamientos absurdos, e incluso de estar pensando en probables “manoseos” peludos o posibles “boicoteos” a la seguridad pública, que sólo perjudicarían a la población, para darle ventajas a la mafia criminal que se encuentra operando con millonarios cobros de “rentas”, centenares de homicidios, trata de personas, femicidios, quema de buses, extorsiones, etc. La tarea es dura, pero no imposible. Es urgente fomentar la cultura de la denuncia, de no quedarnos callados. Es el momento de comenzar a liberarnos de esta horrible pesadilla, que puede hacer fallido nuestro estado de derecho, si lo permitimos por intereses mezquinos.

La responsabilidad afecta a la depuración urgente de malos policías, fiscales ineptos y jueces corruptos. Es hora de poner alto a la impunidad, pero también, como decía Aniceto Porsisoca, es necesario detener la “corrompición”, se encuentre donde se encuentre. Es la hora de las acciones concretas, pero no solamente como responsabilidad del gobierno, sino de la sociedad completa. ¿Será posible que 30 mil pandilleros tengan postrada a una población de siete millones de habitantes? ¡Manos a la obra, mi general Munguía! ¡Comencemos las acciones, mis queridos conciudadanos!

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