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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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viernes, 24 de junio de 2011

¿Se puede resucitar el diálogo? (El diario de hoy)

Luis López-Portillo* Jueves, 23 de Junio de 2011
Nunca antes en nuestro país habíamos visto tanta escasez de diálogo. La sensibilidad al prójimo está gravemente deteriorada. Pareciera que vivimos en función de nuestros intereses personales, que ya no nos molestamos en escuchar, menos atender las necesidades de los que nos rodean.

Es evidente que carecemos de una cultura de diálogo, y para colmo, desde los círculos de poder se da el ejemplo de la "cultura del más vivo". El acuerdo a escondidas y la sorpresa de última hora es hoy la norma. La cultura del madrugón se está imponiendo como forma de hacer política y nuestra permisiva sociedad la acepta sin protestar.
No hay diálogo real entre los tres poderes del Estado. De hecho lo que está sucediendo en esos lados es igual que la pornografía: hay que taparle a nuestros hijos los ojos y los oídos. Recibimos de esas instancias ejemplos perturbadores que están engordando el gigantesco pero silencioso desencanto ciudadano.
Quienes educamos, tanto en instituciones formativas como en el hogar, vamos contra corriente. A pesar de la mezquindad que nos rodea, tenemos que enseñar --con la palabra y con el ejemplo-- que el diálogo genuino requiere empatía, es decir verdadera apertura mental para ver el mundo desde los ojos de la otra persona.
Cuando se dialoga con genuino interés de encontrar entendimientos constructivos las partes deben estar dispuestas a ceder algo, a tratar comprender las cosas desde las piel de la otra persona. Eso requiere desprenderse de egoísmos, personalismos y afanes de protagonismo y preponderancia.
Hoy por hoy vivimos a merced del conflicto, esa especie de superestrella noticiosa. Los que se gritan más entre sí aseguran llamar la atención y ocupar espacios en los noticieros. Eso desayunamos y cenamos: conflictos. Unos alimentados por los egos, otros por la ambición, otros por la ignorancia, otros por la lepra ideológica.
¿Podemos hacer algo? Podemos intentarlo. En las aulas, en las iglesias, en los hogares, en los vecindarios, en las oficinas. No tiremos la toalla; promovamos la resurrección del diálogo de verdad. Ese que busca el espacio común dónde ambas partes podemos salir ganando, ese que se nutre de buena voluntad y buena fe.
Comencemos por decirles a hijos, colegas, vecinos, amigos, que diálogo es la sintonía de intereses, un encuentro de visiones que no tienen que ser iguales pero que sean capaces de encontrar coincidencias y llegar a acuerdos ganar-ganar. Comencemos por ser más tolerantes, más abiertos y más dispuestos a ponernos en los zapatos del otro.
Mordámonos la lengua, escuchemos más. Hagamos el esfuerzo de abandonar nuestros intereses y tratar de entender los de la otra persona. Recordemos cómo escuchar, parece que se nos ha olvidado. Recordemos por qué tenemos dos oídos y una sola boca.
No vamos a lograr mucho con los adultos curtidos por la perniciosa influencia de la clase política. Trabajemos con la nueva generación, con niños y jóvenes que aún tienen viva la capacidad de escuchar e interesarse por el bienestar del prójimo.

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