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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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sábado, 18 de junio de 2011

Lo que se necesita es tolerancia mutua y comprensión crítica (La prensa gráfica)

 Lo que se necesita es tolerancia mutua y comprensión crítica - La Prensa Grafica - Noticias de El Salvador

Preguntémonos: ¿Cuál de los poderes actuantes da siquiera el mínimo ejemplo de autocrítica? Todos están en un Olimpo artificial que cada día se parece más a la intemperie.

En nuestro ambiente, por tradición, la tolerancia ha sido confundida con aceptación complaciente de las malas acciones de otro; y esta percepción tan difundida no es, desde luego inocente. Para el poder que quiere imponerse a como dé lugar, la intolerancia es un recurso de primer orden. Y como entre nosotros el poder siempre ha sido una fuerza sin verdaderos y efectivos controles, la intolerancia se ha propagado como una verdolaga maligna. Esto ha llegado al punto en que la intolerancia se ha querido ver y promover como una especie de expresión potente del carácter. En el convulso imaginario nacional, los bravucones, los belicosos, los trifulqueros, los mechacorta, los malgeniosos aparecen como fuertes, y, por contraste, los apaciguadores, los controlados, los analíticos y los apacibles aparecen como débiles.
Lo más grave de esta distorsión es que ha proliferado tanto que se ha venido volviendo una práctica espontánea de reacción frente a todo lo que ocurre. Por contaminación perversa, tienden a ser intolerantes tanto los que defienden las viejas prácticas del poder como los que las adversan. Y es que todo fundamentalismo y todo fanatismo, independientemente del signo bajo el que se cobijen y de los colores con que se identifiquen, le rinde culto obediente a la intolerancia. Ésta lo primero que hace es enrarecer el juicio y ponerle todo tipo de trampas a la voluntad de entender lo que son las cosas y las conductas en realidad. Es decir, impone el imperio abusivo de la subjetividad sobre el manejo razonable de la objetividad. Y los efectos, en nuestro caso nacional, los vemos, constatamos y sufrimos en el atribulado día a día.
El Diccionario de la Lengua Española dice que tolerancia es “Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”. Es decir, la tolerancia básica consiste en el reconocimiento pacífico de la “otredad”, que es “La condición de ser otro”. Desde que estábamos inmersos en el proceso de negociación política que condujo al Acuerdo de Paz, hemos sostenido de manera sistemática que la tolerancia es una de las bases insustituibles de la reconciliación; y que ésta, para que sea verdaderamente tal, requiere cumplir tres fases sucesivas: la aceptación normal e inequívoca de que “el otro” existe; el convencimiento activo de que “el otro” tiene los mismos derechos fundamentales que yo; y la asunción del hecho patente de que el desarrollo del proyecto nacional es una tarea inevitablemente en común.
Cuando se habla del hacer público, hay que dejar claro que la tolerancia nunca debe servir para cohonestar o endosar conductas reñidas con la legalidad establecida, en todos los niveles de la misma; pero sí es indispensable para hacer valer en los hechos y no sólo en la letra de la Constitución, el pluralismo que la misma Carta Magna determina, cuando establece en su artículo 85, inciso segundo: “El sistema político es pluralista y se expresa por medio de los partidos políticos”. Y en cuanto al pluralismo institucional, el artículo 86, inciso primero, asienta: “La atribuciones de los órganos del gobierno son indelegables, pero éstos colaborarán entre sí en el ejercicio de las funciones públicas”. Pluralismo, indelegabilidad y colaboración: términos claves de cuya interacción efectiva dependen el buen gobierno y la sana administración.
La tolerancia mutua hay que balancearla también con la comprensión crítica, de la realidad en primer lugar y también de las decisiones de los “otros”, en este caso, los otros órganos fundamentales del Gobierno. La cuestión, objetivamente hablando, es simple, porque se trata de responder con la debida naturalidad a lo que son las atribuciones y los desarrollos de las mismas dentro del marco de la legalidad; el problema lo traen las actitudes y los intereses subjetivos. Como hemos venido diciendo, y hoy es más oportuno y palpitante que nunca, aquí se trata de respeto con tolerancia y con comprensión crítica. A esto habría que agregar la disposición autocrítica. Preguntémonos: ¿Cuál de los poderes actuantes da siquiera el mínimo ejemplo de autocrítica? Todos están en un Olimpo artificial que cada día se parece más a la intemperie.
Hay que reiterar también que la realidad, en definitiva, es la gran educadora. Vamos en un proceso de construcción y aprendizaje democráticos. Nadie nace sabido, y por eso todos, absolutamente todos, estamos aprendiendo. La realidad, como los educadores de antes, alterna estímulos y reprimendas, según las circunstancias. Eso es parte vívida de la educación, en este caso cívica, política y social. No hay que envanecerse por los estímulos ni angustiarse por las reprimendas. Lo importante es aprovechar todas las enseñanzas para seguir en el avance.

 

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