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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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miércoles, 18 de mayo de 2011

SEÑALES DE SÍNTESIS (La Prensa Grafica)

http://www.elsalvador.com/DIARIOS/ORIENTE/2003/02/14/GENTE/GEOVAGALEAS4.JPG
Martes, 17 mayo 2011 00:00


Escrito por Geovani Galeas

La tradición dice que la derecha produce mientras que la izquierda piensa. En efecto, son tan emblemáticos los emprendedores que forjaron con su inventiva y esfuerzo la prosperidad de familias y naciones, como los intelectuales que de debate en debate, libro tras libro, soportando persecuciones, han ido perfilando el humanismo que intenta darle sentido al trabajo y límite racional a los poderes económicos y políticos.
Pero la realidad indica que, en determinadas circunstancias, la derecha puede volverse improductiva y que la izquierda puede renunciar al pensamiento. Esto seguramente nos suena conocido. Lo primero ocurre cuando se abandona la agricultura y la industria, y se entroniza la especulación y la práctica del abuso en el mercado. Lo segundo tiene lugar cuando se cancela el debate, se impone la voluntad de la dirigencia y las ideas se van simplificando hasta petrificarse en dogmas y consignas.
Es la riqueza que de pronto se diluye en burbujas financieras. Es la ciencia social que a fuerza de ignorancia deviene en catecismo doctrinario. De un lado el voraz ejecutivo de Wall Street que se transforma en delincuente de cuello blanco. Del otro lado el coronel repentinamente marxista que le agarra el gusto al poder y se convierte en tirano sobre un mar de petróleo africano o caribeño.
Sabemos que lo que fracasó por implosión, al declinar el siglo pasado, fue la izquierda que encarnó esa aberración autoritaria denominada dictadura del proletariado. Sabemos que esta última no significa en realidad la hegemonía de la clase trabajadora, sino la de un solo partido de cuadros controlado por una cúpula que es dominada a su vez por el secretario general o el comandante en jefe. Ahora asistimos al fin del capitalismo salvaje, que desnaturalizó la noción de sistema de libertades para imponer la arbitrariedad del más rico.
No ha muerto el capitalismo que se funda en la ética del trabajo y en el ahorro. Tampoco ha muerto el socialismo que se erige a partir del ideal de justicia sin discriminaciones de ningún tipo. En la fuente de las dos concepciones hay sabiduría. El valor supremo para una es la libertad, para la otra es la igualdad. En los países tercermundistas nos hemos enfrentado, incluso a muerte, los partidarios de una y otra, y seguimos siendo pobres y poco libres. En las sociedades maduras ambas tradiciones se han complementado, y son ricas y libres.
Nosotros, hasta ahora, empecinados en ignorar toda una gama de matices posibles, hemos reducido la realidad al blanco y al negro y así, desgarrados entre una y otra posibilidad, hemos ido dando bandazos sin dirección definida ni sentido alguno. Y aquí seguimos empantanados y con la tentación constante de volver a hacer sonar nuestros viejos tambores de guerra. Por lo menos esa es la impresión que dejan las vocerías de los extremos.
Pero, como hemos venido insistiendo, desde la sociedad civil y desde todos los lados del espectro político, han comenzado a surgir señales de sensatez, muy a contrapelo de los actuales liderazgos partidarios. Lo nuevo y bueno es que ahora no se están buscando las respuestas en algún personaje providencial que venga a redimirnos, sino, como debe ser, en la adecuación institucional que necesitamos. Este es el camino correcto.
El puente entre el capitalismo y el socialismo es la democracia. Si el sistema democrático está garantizado, no por un caudillo mesiánico sino por una institucionalidad fuerte de pesos y contrapesos, un país puede ser gobernado por la derecha y por la izquierda, en forma alternada, sin anular las conquistas y sin interrumpir los avances. Eso es lo que ha ocurrido en los países del norte europeo, y es lo que está ocurriendo en España, en Chile y Brasil.

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