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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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domingo, 29 de mayo de 2011

A mí tampoco me importa (La Prensa Gráfica)

Lo opuesto del amor no es el odio, sino la indiferencia. Bien vale la pena explicar la nueva tendencia política salvadoreña con teorías psicológicas, sobre todo en un país donde la participación ciudadana siempre ha sido visceral.
La casa de encuestas y opinión pública JBS ha dado a conocer su más reciente encuesta, realizada en la segunda semana de mayo en el Gran San Salvador, y sus resultados son arrolladores: la política partidista no le importa a la mitad de la población urbana de la capital. Yo soy parte de esa mitad.


Los salvadoreños y salvadoreñas damos señales claras de hartazgo. Nos están dejando de interesar sus tratos y teatros. Señoras y señores de la política partidista de El Salvador, desde los profanadores de tumbas que insisten en exhumar los cadáveres del PDC y del PCN, hasta los dirigentes vitalicios que oxidan la imagen de los partidos grandes, ¿no se dan cuenta? Ya nos está dejando de interesar.
Quisiera poder decir que nos estamos alejando de los partidos políticos por su inoperancia e inefectividad, pero se nos están presentando como lo que son: instituciones especialistas en ganar popularidad sin hacer demasiados méritos, con base en propaganda y sonrisas televisivas. Y no es su incompetencia lo que nos hace darles la espalda, sino su renuencia a madurar y crecer. Y como efecto dominó: están impidiendo que nosotros maduremos y crezcamos.
No es necesario escuchar sus discursos para darse cuenta de esto. Basta ver las maniobras de sus dirigencias para conocer su grado de involución bajo la cual funcionan quienes llevan las riendas de la institucionalidad en este país. Viejos buques insignia regresan para salvar los desastres electorales, juntas directivas que se someten a la elección en sufragios internos para “la inclusión de las bases”, pero siempre tienen los mismos candidatos; son dinosaurios colgados del poder, autoproclamados emperadores vitalicios que disfrazan su sed de poder y protagonismo con los mismos discursos desde hace más de 30 años.
La sociedad es, por pura definición, dinámica. La población nacional se renueva, rejuvenece, y con ella sus puntos de vista. Ya no nos convencen la retórica bélica de “patria sí, comunismo no”, ni los llamados sangrantes de “el pueblo unido jamás será vencido” –y eso, por mencionar nada más a los partidos que al menos generan opinión pública.
Alguien podría esperar que cierre estas líneas con algún llamado a los partidos políticos para hacer algo al respecto antes de que sea demasiado tarde. Pero no lo haré. Yo quiero que sea demasiado tarde, yo quiero que la indiferencia aumente sin parar, hasta llegar al dorado punto en que dejemos de depender de banderas para intentar solucionar nuestros miles de problemas.
Incluso si tuviera la intención de convertir esta columna en un grito de “¡sálvense mientras puedan!”, no tendría sentido. Al fin y al cabo, la indiferencia es algo muy recíproco.
A mí no me importan los partidos políticos, y sé que a los partidos políticos tampoco les importa esta columna (y si la hubiera escrito usted, le habría ocurrido exactamente lo mismo).

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