MODERACION POR EL SALVADOR

En la segunda década del siglo XXI, Latinoamérica se debate electoralmente entre opciones democráticas (de izquierda y derecha) y el populismo antidemocrático (también de izquierda y derecha). Los países de mayor fragilidad institucional, como El Salvador, enfrentan las más grandes amenazas a sus democracias.

Centroamérica enfrenta además el enorme desafío planteado por las carnicerías perpetradas a diario por el crimen organizado, las pandillas y las mafias narcotraficantes. Todo esto dibuja un panorama sombrío y sin precedentes que pone en peligro los pocos avances institucionales y democráticos que costaron tanta sangre en alcanzar.

En dos años de gestión presidencial, Mauricio Funes ha asumido el reto del rescate institucional del país como mecanismo para enfrentar los enormes desafíos que encara la nación. El histórico veto presidencial del decreto 635 apunta a una cruzada pro institucionalidad.

Funes, además, ha sabido separar su rol como presidente de todos los salvadoreños, y como miembro del FMLN.
Asimismo, el presidente ha mostrado respeto hacia los demás poderes del Estado. La iniciativa de Funes de instalar una comisión internacional contra la impunidad sería un aporte trascendental para combatir el crimen organizado y la corrupción.

Además, desde su llegada a CAPRES, Funes ha puesto en práctica una suerte de “tercera vía” que tomó a todos por sorpresa. Se le denomina así a una variedad de aproximaciones que implican un sistema de economía mixta y un “centrismo” como ideología. En su versión europea, la “tercera vía” rechaza la ortodoxia del laissez-faire y el marxismo-leninismo.

Esta ideología busca mantener una posición equidistante tanto del comunismo como del capitalismo, por medio del rechazo a las posiciones extremas. La “tercera vía” promueve la profundización de la democracia y el fortalecimiento institucional.
Los adeptos a la “tercera vía” van también desde quienes apoyan la socialdemocracia, hasta aquellos que abogan por el liberalismo progresista.

En Latinoamérica, la “tercera vía” ha sido encarnada por Fernando Enrique Cardoso y Luis Inácio Lula Da Silva en Brasil, y por Ricardo Lagos y Michelle Bachelet en Chile. La “tercera vía” de hoy se ubica entre el dogmatismo económico de la derecha tecnocrática y el “Socialismo del Siglo XXI” de Hugo Chávez.

En El Salvador, el presidente Funes ha gobernado como una versión criolla de la “tercera vía”. En contra de todo pronóstico, Funes ha decepcionado las expectativas chavistas del FLMN, y ha tomado desprevenida a la derecha que regresó a la oposición después de veinte años en el poder.

La moderación de Funes han enfurecido a los extremos por igual. Pero la opinión pública, cansada y decepcionada de la polarización que ha caracterizado la política nacional en la posguerra, ha respondido agradecida con el centrismo del mandatario.
Ser moderado en El Salvador es un acto revolucionario. Es un desafío al discurso y las posturas extremistas de los partidos políticos responsables de la polarización que data desde la firma de los Acuerdos de Paz.

Lo que El Salvador necesita para despegar hacia la modernidad económica, política, social e institucional son partidos políticos de centro izquierda y centro derecha.
Mientras existan los extremos, seguiremos ahorcados cada período electoral por discursos que generan frustración y desesperanza.