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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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martes, 24 de julio de 2012

No hay más ruta que el entendimiento (LPG)

Suele decirse que nunca es más oscuro que cuando está punto de nacer el alba.

 Si eso es cierto, la crisis provocada por el enfrentamiento entre legisladores y magistrados estaría por resolverse, porque un mayor grado de oscuridad en el asunto ya no parece posible. Sin embargo, los protagonistas y los adherentes de uno y otro bando creen que todo está claro: la culpa es del adversario y es él quien debe rendirse. Pero la solución no pasa por ahí, sino por el diálogo y el acuerdo basado en razonables concesiones mutuas.
Ello es posible y necesario porque unos y otros son partes del organismo superior que es el país. Inclinarse a la derecha o a la izquierda no es lo mismo que ir hacia adelante, es solo hacerse a un lado, pero quedándose en el mismo punto. Y en la actual dinámica regional y mundial ello equivale a retroceder.
En ambas partes hay intereses encubiertos, sofismas, techos de cristal y también argumentos válidos. En ambas partes se han generado maniobras más o menos arteras. Esa es la realidad en toda acción humana, que, por ser tal, desconoce la pureza y se resuelve siempre en relatividades. Quienes presentan la situación como un problema exclusivamente jurídico, o como un conflicto entre magníficos contra perversos, son ingenuos en el mejor de los casos.

En el centro del debate está la cuestión constitucional, es verdad, solo que no debemos olvidar que la Constitución no es otra cosa que un acuerdo político fundamental de la sociedad alcanzado en un momento determinado y, por lo tanto, sujeto a reconsideraciones según lo requiera la cambiante realidad.
La Constitución no fue dictada por Dios, no es ni puede ser inmutable como la Sagrada Escritura, es obra humana y, por lo mismo, es discutible y perfectible. Se ha prescrito una manera ordenada para hacerlo.
El problema entonces es jurídico y es político, y detrás de lo político se asoma el interés económico. Lo que está en juego es el poder, en ejercicio o en perspectiva. Sí, claro, podemos y debemos apelar a la ética, pero sin ignorar la diferencia entre lo deseable y lo posible. Nada más peligroso que obviar la realidad o confundirla con nuestros sueños, así sean nuestros más altos sueños.
El poder se funda en la aritmética, es decir, en la correlación de fuerzas, aunque toda correlación de fuerzas puede cambiar de un momento a otro en dependencia de múltiples factores internos y externos, objetivos y subjetivos, incluyendo el abanderamiento o el atropello de la ética, o el posicionamiento de quien en definitiva es el que paga el almuerzo cuando los recursos propios no ajustan.
No siempre se es fuerte porque se tiene la razón, pero la irracionalidad socava la fortaleza. Y eso lo saben nuestros políticos, que terminarán actuando en consecuencia.
En esta crisis institucional hemos llegado al punto en que ya no es posible para las partes seguir jugando al todo o nada. El diálogo y el entendimiento son impostergables, siquiera por puro instinto de sobrevivencia y conveniencia personal y de grupo.
Dejar de ser parte del problema y convertirse en parte de una pronta solución es ahora políticamente más rentable para todos los involucrados. La factura de cualquier empecinamiento sería impagable.
Cuando decidimos decir adiós a las armas, en 1992, fuimos razonables. Entendimos que una vez derrumbada la Unión Soviética y el campo socialista, tampoco Estados Unidos seguiría financiando nuestra beligerancia. Ahora el conflicto institucional ha puesto en riesgo unos recursos externos que el país necesita. Ante la amenaza cierta de quedarnos sin almuerzo, la razón comienza a abrirse paso de nuevo. Así son estas cosas.

 

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