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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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miércoles, 27 de junio de 2012

Ya se debe impulsar en serio una ley de partidos políticos (LPG)

Es evidente que los partidos políticos tienen que transparentar sus finanzas, y no por simple obligación general de transparencia, sino porque de la financiación pueden derivar muchos vicios y cadenas en el desempeño de la función pública.

El tema está sobre el tapete desde hace bastante tiempo, como ocurre con muchos otros temas de gran interés nacional, vinculados con la modernización real de nuestras estructuras institucionales. Al respecto, es inevitable recordar que, históricamente, no hace mucho tiempo que aparecieron los partidos políticos organizados como tales en nuestro ambiente; y aunque entes partidarios como la Democracia Cristiana vienen desde comienzos de los años 60 del pasado siglo, el verdadero juego político competitivo empezó a comienzos de los años 80, al iniciarse la democratización; y tal proceso tomó cuerpo de permanencia irreversible con el fin de la guerra.
Transcurridos más de 20 años de posguerra, va quedando crecientemente en evidencia que el sistema de partidos políticos necesita institucionalizarse. Muchos de los problemas que se viven en la actualidad de la competencia partidaria, con todos los efectos que ésta irradia sobre el ambiente en general, provienen de que los partidos son, hasta la fecha, organizaciones fuertes pero instituciones débiles. Ya no es posible ni sostenible continuar en esta especie de limbo en el que cada quien jala por su lado y funciona a su antojo, sin que haya un marco legal en forma que ordene las estructuras, los mecanismos, las conductas y los procedimientos intrapartidarios.

Uno de los temas más sensibles y reiterados, por la propia naturaleza del mismo, que además acarrea bastante propensión al morbo, es el referente a las fuentes de financiación de los partidos y de sus personeros. Es evidente que los partidos políticos tienen que transparentar sus finanzas, y no por simple obligación general de transparencia, sino porque de la financiación pueden derivar muchos vicios y cadenas en el desempeño de la función pública. Esto se ve en todas partes, y por eso hay una tendencia muy clara a hacer posible que la ciudadanía pueda conocer, confiablemente, de dónde y cómo fluyen los fondos partidarios.
Pero, desde luego, una legislación como la mencionada no se reduce a tratar y regular el tema financiero, que sin duda es el más espinoso: habría que definir y desarrollar, en la ley, los mecanismos y las prácticas democratizadoras en el interior de las organizaciones partidarias. No es posible actuar en democracia como debe ser sin que los sujetos actuantes sean inequívocamente democráticos como tales. En esto, la democracia salvadoreña tiene mucho camino por andar. Los obstáculos al respecto son, en primer lugar, los intereses sectoriales y personales en juego. Remover dichos obstáculos es doble tarea: de regulación legal y de cultura política.
Hay otro tema que también debe estar comprendido en una legislación de este tipo, y es el de formación de cuadros. En las democracias más desarrolladas, cada partido cuenta en su interior con un contingente bien formado e identificable de miembros que irían a ocupar posiciones cuando llega el momento de ejercer tareas de gobierno. Entre nosotros, lo que impera es la más absoluta improvisación, como se ve cuando un nuevo Presidente se enfrenta a la tarea de conformar su equipo de trabajo. La predictibilidad no sólo debe ser de líneas de acción, sino también de responsables de llevarlas adelante.
Pero también hay que estar vigilantes a fin de que una legislación de este tipo no se vuelva excusa para atropellar derechos como el de libre expresión, según empieza a insinuarse en declaraciones tendenciosas al respecto por más de algún dirigente político de izquierda.

 

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