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*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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miércoles, 6 de junio de 2012

Autocomplacencia y mediocridad (LPG)

Nos movemos en un clima de mediocridad, en el que con demasiada frecuencia los dirigentes se emborrachan de autocomplacencia y renuncian a su misión de marcar rumbos más certeros y aspiraciones más elevadas.

Escrito por Joaquín Samayoa
Miércoles, 06 junio 2012 00:00

Hace cien años se encontraba José Ingenieros en pleno proceso de producción de su brillante ensayo sobre la mediocridad, publicado en Buenos Aires en 1913. He estado releyendo en estos días las exquisitas páginas de esa obra y debo confesar que me asombra su vigencia para comprender mucho de lo malo que pasa y de lo bueno que no llega a ocurrir en este mundo nuestro, tan necesitado y tan huérfano de líderes con carácter y hondura de pensamiento.
Con la excepción de algunos ámbitos, cada vez menos, donde todavía puede florecer el pensamiento, la mayoría de las universidades latinoamericanas se han convertido en maquiladoras de diplomas académicos dispensados a jóvenes que muestran poca pasión por el conocimiento.
Los avances tecnológicos han derribado casi todos los límites que existían a la comunicación y al aprendizaje autónomo, pero las grandes masas de usuarios de esa tecnología se conforman con expresar ocurrencias o maldiciones en menos de 140 caracteres y compartir imágenes, anécdotas triviales, comentarios superficiales, cápsulas de pensamiento atribuidas sin verificación a alguna celebridad, adhesiones o rechazos apasionados a máximas religiosas o propaganda política y porras a ídolos y equipos del gran negocio deportivo mundial.
En la era de los gobiernos mediáticos, los presidentes y altos funcionarios del aparato estatal invierten mucho tiempo y dinero en el cultivo de imágenes y apariencias, ocupándose cada vez menos en pensar soluciones reales a los problemas que agobian a una población cada vez más desencantada de la clase política.
En “El hombre mediocre”, José Ingenieros observa que son raros los momentos cuando la pasión caldea la historia y se exaltan los genios, lo cual ocurre únicamente cuando las naciones se constituyen o se renuevan. El resto del tiempo es de acomodamiento y mediocridad, épocas en las que “florecen legisladores, pululan archivistas, cuéntanse los funcionarios por legiones: las leyes se multiplican, sin reforzar por ello su eficacia”.
Y continúa diciendo: “Las mediocracias negaron siempre las virtudes, las bellezas, las grandezas, dieron el veneno a Sócrates, el leño a Cristo, el puñal a César, el destierro a Dante, la cárcel a Galileo, el fuego a Bruno; y mientras escarnecían a esos hombres ejemplares, aplastándolos con su saña o armando contra ellos algún brazo enloquecido, ofrecían su servidumbre a gobernantes imbéciles o ponían su hombro para sostener las más torpes tiranías”.
Espero que la sociedad salvadoreña no esté aproximándose a esos extremos, pero pocas dudas caben de que nos movemos en un clima de mediocridad, en el que con demasiada frecuencia los dirigentes se emborrachan de autocomplacencia y renuncian a su misión de marcar rumbos más certeros y aspiraciones más elevadas. Un clima de mediocridad en el que la sociedad se vuelve apática, escéptica o condescendiente.
Un ejemplo de ello es el juicio favorable de una mayoría de ciudadanos a la gestión educativa del gobierno, basándose únicamente en la donación de uniformes y útiles escolares. Unos connotados periodistas dijeron en un programa radial, la semana pasada, que los que se oponen a esa medida asistencialista lo hacen porque, desde sus oficinas con aire acondicionado, no pueden comprender la necesidad de la gente.
No fueron capaces esos periodistas de introducir siquiera algún elemento de crítica en términos de la necesidad real de los que reciben ese subsidio no focalizado, que a cada familia le supone ahorro solo de unos pocos centavos cada día, pero al Estado le supone una erogación de 75 millones de dólares anuales. No fueron capaces siquiera de mencionar las urgentes necesidades educativas desatendidas por la decisión de emplear de esa forma el dinero disponible. No quisieron señalar que la medida es costosa y tiene un impacto nulo en la asistencia de los niños a la escuela y en la calidad de la educación que reciben.
Y así podríamos citar muchos ejemplos que muestran cómo gobernantes, ciudadanos (no todos, gracias a Dios) y algunos líderes de opinión renuncian a pensar, rehúyen el debate, rebajan las aspiraciones y contribuyen al clima de mediocridad que nos impide alzar vuelo.
Hemos entrado ya a la etapa de selección de los candidatos que buscarán la presidencia en las elecciones de 2014. ¿Sería mucho pedirles a los partidos que nos propongan verdaderos líderes, con visión, rectitud y carácter?

 

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