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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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lunes, 28 de mayo de 2012

Las tareas por hacer son múltiples y urgentes: hay que programarse (LPG)

Sólo una programación inteligente y armoniosa del trabajo puede llevarnos a todos por la ruta de las soluciones reales y realistas. 

Aun un recorrido ligero por las distintas problemáticas que saturan el panorama nacional hace ver que hay que tratar muchas cosas a la vez y con la debida efectividad para que los tratamientos fructifiquen. Temas de déficit fiscal, de estímulo al crecimiento, de inversión social, de seguridad ciudadana y de estabilidad institucional, entre otros, exigen atención permanente y, sobre todo, enfoques apropiados a cada tema y a cada momento, así como una armonía básica entre todos aquellos actores que están directamente comprometidos con la conducción nacional, comenzando desde luego por el Gobierno en sus diferentes áreas de acción.
Hay, en cada una de esas temáticas, buenas y malas señales; y, por consiguiente, habría que buscar las formas de entender la realidad y de entenderse sobre ella, para no seguir chapaleando en lo pacho, como se diría en lenguaje coloquial, y para no deshacer con una mano lo que se hace con la otra. En el caso de la seguridad, por ejemplo, por una parte existe un dinamismo en marcha para ir tras salidas novedosas en cuanto al accionar de las pandillas; y, por otra parte, en el Informe Anual de los Derechos Humanos en el Mundo, elaborado por el Gobierno norteamericano, se señala que nuestro sistema judicial padece de corrupción, ineficiencia, conflictividad política e insuficiencia de recursos. Esto vuelve a graficar que, en lo que se refiere especialmente a cuestiones como ésta, hay que trabajar según criterios de integridad de enfoques y de integración de esfuerzos y de estrategias.

En lo financiero y en lo económico la situación es todavía más compleja. Hay una crisis fiscal innegable, con apremiantes y voluminosos compromisos de pago de deuda, imposibilidad práctica de reducir en forma sustancial los subsidios existentes, ansiedad política por hacer más inversión social visible y rentable de inmediato, e inexistencia de márgenes para aumentar por ahora la carga tributaria; y, por otra parte, crece el imperativo ya insoslayable de limitar el gasto, reactivar la inversión y estimular la competitividad. ¿Cómo puede articularse todo eso en un programa que sea a la vez funcional y sostenible? Resolver tal cuestión es responsabilidad de los liderazgos nacionales, que en vez de estar desgastándose en disputas sobre cuestiones de opinión o de forma deberían aplicarse desprejuiciada y desapasionadamente a tratar los problemas de fondo, con ánimo abierto, voluntad dispuesta y visión proyectiva.
En lo tocante a la inversión social, que es tan indispensable para que el país se estabilice y gane perspectivas de futuro, ahora se mira cómo hay que tener un cuidado muy fino para no meterse en camisas de fuerza. El asistencialismo acaba siendo eso, pues lo que comienza con vestidura de buena voluntad se va volviendo obligación irreversible, como es el caso de los subsidios y de las ayudas en dinero o en especies. Por esa vía se puede caer en hoyos financieros sin fondo, según ya lo estamos viendo. Argumentos “humanitarios” nunca faltan; pero lo que verdaderamente hay que propiciar es la autorrealización personal y la generación de oportunidades de futuro, en especial para los más desfavorecidos económica y socialmente.
Pero insistimos en lo que subrayábamos al principio: las tareas por hacer en el país son múltiples, urgentes e inaplazables. Sólo una programación inteligente y armoniosa del trabajo puede llevarnos a todos por la ruta de las soluciones reales y realistas. No entenderlo ni asumirlo es estar de espaldas a la realidad, con todo lo que eso acarrea.

 

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