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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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martes, 27 de marzo de 2012

El problema de las pandillas está presentando giros inesperados (LPG)

Hay ahí un gravísimo problema de seguridad pública, pero también un enorme drama humano, tanto para la población victimizada como para los mismos miembros de esas estructuras antisociales.

El fin negociado del conflicto bélico abrió la posibilidad de entrar realmente en una fase histórica de competitividad política democrática. En eso se ha venido avanzando en forma bastante satisfactoria, pese a los distintos problemas y obstáculos que van surgiendo en el camino; pero hay que recalcar que nuestra situación nacional es, desde siempre, mucho más compleja y diversa, y por consiguiente de ninguna manera se agota en lo político. La complicadísima problemática social está siempre en el trasfondo, y no ha tenido en esta posguerra los tratamientos adecuados para entrar en proceso de soluciones; y las devastadoras consecuencias de ello están a la vista.
Luego del fin de la guerra debió tratarse, en primer término, el estrés nacional postraumático derivado de la misma. No se hizo nada al respecto. Tampoco se atendieron los graves desajustes familiares resultantes de la masiva emigración de aquellos años. Prácticamente no se le dio atención al imperativo de generar desarrollo local y territorial para abrir oportunidades efectivas de futuro en todos los ámbitos poblacionales. Se dejó crecer el accionar impune del crimen organizado y se vieron con desatención los primeros indicios del fenómeno pandilleril. La suma de todos esos descuidos culpables nos ha traído hasta donde estamos.

Hoy, las pandillas son no sólo una subcultura beligerante sino un factor de creciente incidencia delincuencial. Hay ahí un gravísimo problema de seguridad pública, pero también un enorme drama humano, tanto para la población victimizada como para los mismos miembros de esas estructuras antisociales. La lógica elemental indica que hay que aplicar la ley y articular estrategias de combate institucional contra el accionar de las maras, pero sin dejar de lado el tratamiento de los componentes psicosociales del problema. Y esto es lo que empieza a graficarse dramáticamente en los hechos.
En días recientes, ha estallado en el ambiente una situación que aún no es comprensible en toda su magnitud, pero que es indicativa, sin duda, de que hay un fenómeno nuevo en movimiento. De pronto, bajaron abruptamente las cifras de homicidios en el país. Hubo un repentino traslado de líderes de pandillas del penal de máxima seguridad a otros penales. Surgieron informaciones sobre un acuerdo entre autoridades y pandillas. Personeros de la Iglesia Católica emergieron para afirmar que el entendimiento había sido entre las pandillas mismas. Y éstas emiten un comunicado sin precedentes, en el que afirman querer ser parte de la solución del gravísimo problema.
Es un escenario en el que, por hoy, es difícil orientarse. ¿Hay un compromiso real y verificable? ¿Qué significa tal compromiso? ¿Cuáles son las seguridades posibles del mismo? ¿Se trata de una voluntad permanente o de un gesto circunstancial? Si esto abre las posibilidades de entrar en formas de tratamiento de esta complejísima problemática que sean capaces de incidir de veras en la realidad, estaríamos en una ruta a la que habría que darle seguimiento. En todo caso, hay grandes reservas y evidentes resistencias de todo tipo. Pero tampoco es válido cerrarse a enfoques novedosos, siempre que se asegure que no son trampas utilitarias.
Este es, en todo sentido, un momento muy especial y determinante en nuestro proceso evolutivo, tanto en lo político como en lo social. La realidad nos reclama a todos apertura de miras, responsabilidad de propósitos y aplomo de voluntades. Respondámosle, pues, a la realidad.

 

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