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*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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miércoles, 26 de octubre de 2011

La reconstrucción que necesitamos (Diario El Mundo)

Rafael-DomnguezReconstrucción hasta hoy, ha sido sinónimo de levantar paredes, de construir nuevamente lo que se destruye, pero ¿lo hemos hecho bien?

En la última década El Salvador ha sufrido inclementes golpes de la naturaleza: dos terremotos en 2001, tormentas como Stan, Ida, Agatha y depresiones tropicales como la 12-E hace dos semanas, que han logrado demostrar que somos el territorio más vulnerable del mundo, y vulnerable significa débiles, desprotegidos, fácilmente destruibles e incapaces de responder.


Esto nos lleva a la pregunta ¿Por qué, a sabiendas que somos vulnerables y que ya otras desgracias nos han debilitado, seguimos sin lograr recuperarnos? ¿Por qué tras cada evento trágico, si ha llegado la ayuda económica no nos levantamos? ¿Por qué si las experiencias del pasado nos enseñan lo despiadado que puede ser el clima, aún no logramos sobreponernos a él?  Quizás la respuesta sea porque no hemos realmente pensado en una real recuperación  y mucho menos en una real reconstrucción.

Reconstrucción hasta hoy, ha sido sinónimo de levantar paredes, de construir nuevamente lo que se destruye, pero ¿lo hemos hecho bien? Creo que no. Por ejemplo, luego de los terremotos de 2001 aprendimos que la cordillera del Bálsamo es el peor lugar para construir y se sigue construyendo. Las tormentas como Ida nos enseñaron que un deslave es tan peligroso como un terremoto, las inundaciones del bajo Lempa han sido siempre destructivas, pero seguimos poblando ese sector y es más, le pusimos fe ciega para cosechar ahí, buscando cifras récord a sabiendas que las represas acaban con toda esperanza de vida cuando los niveles del agua son insostenibles y vienen las descargas. Cuando hemos tenido la oportunidad de reconstruir realmente no lo hemos hecho; para ejemplo, después de Ida, dos años después, aún había dinero que no se utilizó, sabiendo que eran 14 puentes los que se habían perdido; hoy, en 2011, estamos prestando dinero para levantar los daños, en el evento atmosférico más grande que ha azotado al país y qué ironía que estamos prestando incluso menos dinero que el que sobró de Ida y que se reorientó para gasto corriente, justo dos meses antes de la desgracia.

La reconstrucción que necesita este país, por ende, no está en los ladrillos o el pavimento que podamos levantar; no está en los puentes o las casas que se le puedan regalar a la gente, si es que algún día llegan; la reconstrucción no es levantar solo lo que está caído, sino está en re-plantear nuestras actitudes y acciones.

Hasta hoy, tras cada tragedia, hablamos de reconstrucción, pero solo hay acumulación de daños y postergación de soluciones; hay experiencia en el sufrimiento, pero no reconstrucción de pensamientos; definición de nuevas reglas y mucho menos reconstrucción de la operación y organización de las instituciones para que funcionen mejor al servicio de la gente y sus nuevas necesidades.

La reconstrucción de este país, después de estas lluvias, sigue estando más allá de los fondos que pueda donar el mundo, o que podamos prestarle al mundo; la reconstrucción que necesitamos está pendiente aún del liderazgo que nos lleve a un nuevo pensamiento y nuevas acciones para combatir la pobreza y el hambre; una reconstrucción que no solo levante paredes y techos, sino que levante suficiente riqueza en cada salvadoreño para que dejemos de ser vulnerables; una reconstrucción que unifique a la población alrededor de generar más empleo, más inversión  y más respeto por la naturaleza.

Somos vulnerables porque queremos serlo, porque nuestra energía y pensamiento no está en vencer la adversidad; somos vulnerables porque llevamos años reconstruyendo solo paredes y olvidando que la reconstrucción más importante está dentro de cada uno; ojalá y sea éste el momento, si no, quizás la próxima tormenta, el próximo huracán, erupción o terremoto, nos vuelvan a poner a prueba, porque no está el problema en lo que perdemos, sino en lo que reconstruimos.

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