MODERACION POR EL SALVADOR

La democracia necesita, como alimentos básicos para la supervivencia, este trío de libertades: la libertad de pensar, la libertad de expresar, la libertad de saber. 

La generalizada reacción positiva en el ambiente sobre los fallos judiciales que declaran la inadmisibilidad de demandas maliciosas contra el trabajo informativo de LPG es una respuesta social indicadora de que va creciendo la conciencia de que la defensa de la libertad de expresión es responsabilidad de todos. En efecto, estamos en un momento de la evolución democrática nacional en que el aseguramiento del régimen de libertades fundamentales se vuelve un imperativo más apremiante que nunca, en medio de amenazas que se complican y sofistican a la luz de las nuevas realidades en marcha, tanto en el área de la política como en el mundo de la criminalidad.

El caso específico que ha dado pie a las resoluciones de inadmisibilidad aludidas tiene carácter de precedente en varios sentidos; entre ellos, el poner en primer plano, como debe ser, el hecho de que para que pueda hablarse de calumnia debe haber dolo. Informar, con seriedad y basándose en fuentes serias, es tarea periodística normal, no incriminable. Existe la figura del derecho de respuesta, que en el caso en mención no fue requerida por el que pudo sentirse señalado. El irse directamente a la demanda penal es razonablemente revelador del ánimo intimidatorio contra el medio que presentó la noticia, y, en general, contra todos los medios, para coartar informaciones de la misma índole. No estamos, pues, por todos los indicios disponibles, ante un hecho aislado, sino ante un intento de someter la libertad de expresión al poder de intereses oscuros, que siempre estarán al acecho.
Lo verdaderamente decisivo en esta lucha constante en defensa y promoción del régimen de libertades, y muy específicamente la libertad de expresión, es que no sea un esfuerzo aislado de los medios, sino un compromiso compartido por los distintos sectores y fuerzas de la sociedad. Esto implica ir generando y consolidando la cultura de la libertad como basamento de la convivencia pacífica y del desarrollo integral que abarque todos los niveles poblacionales del país. Es, pues, un desafío en común, que responde a una de las necesidades básicas del buen desenvolvimiento del régimen democrático, que más que un régimen político es un régimen de vida.
El Salvador es una nación en construcción, y, sobre todo en los dos decenios posteriores al final negociado de la guerra, dicha construcción ha tomado un cariz irreversiblemente democratizador. Si así, y por fortuna lo es, tenemos que tener conciencia cada vez más clara y generalizada de que la democracia es tarea cotidiana, que no puede descuidarse ni un solo día. Son vitales para dicha tarea el cultivo, la salud y la protección de las libertades, tanto individuales como sociales. La democracia necesita, como alimentos básicos para la supervivencia, este trío de libertades: la libertad de pensar, la libertad de expresar, la libertad de saber. No es casual, entonces, sino absolutamente clave y determinante, que la libertad de expresión vaya siempre íntimamente unida al derecho a la información.
Siempre que hay oportunidad propicia para ello, como es justamente ésta en la que ahora mismo se halla el país, reiteramos por nuestra parte, cada vez con más énfasis de compromiso y de voluntad, que, en nuestra condición de medio responsable y servidor de la verdad, estaremos dispuestos en todo momento a cumplir nuestra misión informativa y formativa de opinión, sin que nada nos haga torcer ni un ápice la senda trazada.