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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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jueves, 16 de agosto de 2012

Todos los esfuerzos deberían dirigirse a construir, para no seguir erosionándonos (LPG)

Los políticos de todos los colores y los responsables institucionales de todos los niveles tienen la obligación institucional y moral de dar de entrada el buen ejemplo.               

 Las experiencias de los meses y semanas más recientes nos indican a las claras que el país está sumido en la desconfianza, en el recelo, en la tozudez y en el escepticismo, todos ellos factores eminentemente negativos. Lo que ocurre en este momento, con todas sus filosas aristas al aire, debería servir para que las diversas fuerzas nacionales y sus respectivos liderazgos se den cuenta de que así no se funciona, y que, de persistir en lo mismo, el país verá profundizarse sus problemas estructurales y sus desafíos coyunturales. No es lo que el proceso y la ciudadanía merecen, y las facturas vendrán más temprano que tarde.                                                                                                                                       En el caso de la nueva estrategia contra el flagelo pandilleril, que tuvo como primer escalón un acuerdo entre maras para dejar de matarse mutuamente, era evidente desde un principio que un esfuerzo de tal naturaleza sólo se haría sostenible con el adecuado seguimiento institucional y el indispensable acompañamiento social. Hay que confiar, trabajar y exigir a la vez, no sólo declarar el fracaso cuando se presentan señales de que no todo avanza como se quisiera. En ese sentido, tanto las instituciones como la sociedad deben hacer una especie de alianza de trabajo, para que vayan avanzando las posibles soluciones, que tienen que considerar la problemática en todos sus aspectos. Sin dejar de ser un problema de seguridad pública, esta es una cuestión que va mucho más al fondo de la entraña social; y si no se le dimensiona desde ahí, seguiremos patinando sin resultados.

En lo que se refiere a la crisis institucional, que también ha sido llamada choque de poderes, lo que ha quedado en evidencia es una calamitosa falta de voluntad de las fuerzas políticas principales para enfrentar en común los retos que la realidad democrática les va poniendo enfrente a cada paso. Más allá de las eventuales soluciones a puntos muy específicos, resalta la crispación que prevalece en la atmósfera donde se mueven los actores que tienen más poder de decisión y de influencia en la conducción nacional. Además, ahora todos son un vidrio, y eso hace que cualquier diferencia tienda a convertirse de inmediato en una serie de reacciones airadas en cadena. Y en esa forma, en vez de dedicarse a lo serio se va cayendo en lo frívolo.
El país, como lo hemos reiterado cuantas veces ha sido necesario, está necesitando “cabezas frías” en vez de “hígados calientes”. Nuestra realidad tiene tantas marañas por despejar y tantos desajustes por atender que no hay ningún tiempo disponible para continuar en un juego estéril de confrontaciones que, en la mayoría de los casos, son meros artificios para encubrir ansiedades o intereses. Desde la ciudadanía, lo que se demanda, de diversas maneras y con diferentes énfasis, es que los encargados de llevar adelante el proceso nacional, tanto en lo público como en lo privado, asuman la respectiva responsabilidad con valor, con serenidad y con sabiduría. Y no es mucho pedir, porque desde los distintos ámbitos ciudadanos se vienen dando buenas señales al respecto.
Esperamos que los tropiezos y los quebrantos que han venido produciéndose en el camino, y sobre todo en fechas más próximas, ayuden a que los ánimos nacionales entren en ruta constructiva. Los políticos de todos los colores y los responsables institucionales de todos los niveles tienen la obligación institucional y moral de dar el buen ejemplo. Ahora viene la campaña presidencial, y ojalá que no vaya a convertirse en un ejercicio malversador y depredador de energías que tanto requerimos para no detenernos más en las vías del desarrollo.

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