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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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viernes, 24 de agosto de 2012

Tenemos que aprender a manejar los desacuerdos (LPG)

Los salvadoreños somos los peores administradores de los desacuerdos. Casi toda gripe se nos vuelve neumonía. Los desacuerdos, o pleitos, que otras sociedades arreglan en quince días los volvemos males de seis u ocho meses. La crisis en el sistema judicial es la mejor muestra de eso.

En asuntos de desacuerdos, somos tan malos que nos acostumbramos a usar dos armas: o nos matamos por las diferencias o deslegitimamos lo que tenemos al frente. Las dos soluciones son casi lo mismo: o matamos a balazos o con la lengua y la perversión.
Jineteando una cruenta guerra, matamos más de 80,000 personas. Y eso ocurrió porque no supimos administrar las diferencias. Basta oír las confesiones de los líderes mareros para saber que los pandilleros matan por no saber administrar, pacíficamente, los desacuerdos. Somos hermanos inmaduros que nos damos duro y hasta nos matamos, en riñas familiares.
La segunda arma para administrar las diferencias es la deslegitimación. Todo el que piense diferente es homosexual, contrabandista, ladrón o narcotraficante, cuando le va muy bien. Nadie quiere entender que jamás saldremos de las crisis si no recobramos la concordia, si no llegamos a acuerdos básicos sobre la forma en que vamos a administrar, pacíficamente, nuestros desacuerdos.

Si como país no entendemos que debemos honrar las reglas del juego democrático, o que debemos disentir sin descalificarnos o matarnos, no vamos para ningún lado. Seguiremos extraviados, jamás llegaremos, al menos, a la ribera de la democracia.
Todo gobierno debe tener funcionarios capaces de detener las crisis antes de que exploten. En Costa Rica le llaman ministro de la Presidencia. Si le estallan dos crisis sin la sana prevención, posiblemente ese ministro se debe largar para la casa. Su papel es impedir que se tuerza la democracia a base de agravios.
Armando Calderón fue buen masajeador de crisis. Se entendía casi a la perfección con Schafik Handal y evitaba que estallaran los peligros que siempre acechaban. Tony Saca también fue un hombre que comprendió que toda fe fanática en lo que se piensa y cree vuelve imposibles las instituciones democráticas.
Todavía recuerdo el día en que le pregunté a José Luis Merino, el hombre fuerte del FMLN, cuál había sido la situación más dura que había enfrentado en su oficio de político. Me respondió que eso ocurrió el día en que unos bandoleros estudiantes universitarios le destaparon los sesos, a punta de balazos, a unos policías en las afueras de la Universidad de El Salvador.
Los policías estaban furiosos. Con sus ojos rojos y sedientos de venganza, con sus manos teñidas con la sangre de sus compañeros, querían entrar a vengarse contra todo lo que se pusiera al frente. Al ver aquello, Merino llamó a Tony Saca (casi sin conocerlo) y le dijo que, por ninguna razón del mundo, dejara entrar a la policía a la universidad. Los dos se convencieron de que se produciría una matanza de enormes proporciones si la policía entraba. Merino me contó que, pese a que algunos policías lloraban de rabia, Saca ordenó que las autoridades bajaran las armas y se marcharan con sus muertos al hombro. ¡El país había evitado, de esa manera, algo peor: una matanza de proporciones posiblemente bíblicas! Así se evitó la fatalidad violenta de nuestra historia.
Los que apetecen el poder deben cambiar, radicalmente, sus libretos cívicos. Debemos aprender a manejar mejor, y más pacíficamente, las diferencias. La guerra ya pasó hace rato. No vale la pena prolongarla en otros escenarios. Si es necesario convertir al psiquiatra en nuevo sacerdote para aprender a manejarnos en medio de los desacuerdos, hagámoslo. Ya hemos acumulado demasiadas desconcentraciones y extravíos, como sociedad, para no entender que Dios no está del lado de los mejores tiradores o deslegitimadores. Dios está del lado de quienes aprenden a comprenderse en medio de la diversidad.

 

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