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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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viernes, 31 de agosto de 2012

No puede seguirel desgaste por aferrarse a posiciones (LPG)

El momento actual es más propicio que ningún otro para que los actores políticos asuman las lecciones que les va dejando la realidad, y las apliquen de manera explícita y creíble.

Acabamos de pasar una experiencia traumática a raíz de que un grupo de partidos representados en la Asamblea Legislativa se negara a reconocer decisiones sobre inconstitucionalidad emitidas por la Sala correspondiente de la Corte Suprema de Justicia. Es sabido, y no hay que reseñarlo de nuevo, todo lo que ocurrió al respecto. Al final, se tuvo que buscar una solución política, ya que la sentencia de la Corte Centroamericana de Justicia, a la que acudió la Asamblea, no sirvió de nada, como era previsible, porque de entrada estaba fuera de competencia. Hoy, reviven las contradicciones en lo referente al relevo de Fiscal General. Ha habido amago de conflicto; sin embargo, a estas alturas es muy difícil sostener lo insostenible.
En el caso de la Corte era más fácil el entrampamiento institucional, porque la Sala de lo Constitucional continuaba en funciones. En lo que se refiere al Fiscal General, los que se resisten a acatar el fallo de inconstitucionalidad podrían haberse sentido animados por el hecho de que hay una sola vacante, y eso pareciera posibilitar que se imponga la posición de la Asamblea. Pero las cosas no son tan sencillas, y el hecho de que esté convocada una mesa de partidos para empezar a tratar la cuestión la próxima semana es indicio de que se avecina un nuevo acuerdo político. Ojalá sea así, porque el desgaste institucional que todo esto acarrea está francamente fuera de toda racionalidad.

Si hubiera alguna forma de medir cuantitativamente los daños que un trastorno como el que se ha vivido producen en el buen desempeño de toda la actividad nacional y en las proyecciones internacionales de la misma, sin duda los que se obstinan en seguir en sus trece a toda costa lo pensarían dos veces, por los costos que de alguna forma se les convertirán en bumerán. El empecinamiento de los que se aferran a salirse con la suya les obnubila las voluntades, y es hora de que todos los actores nacionales hagan un alto en el camino para analizar este momento histórico del proceso nacional, y así evitar que sus confusiones y sus tozudeces afecten al país en su dinámica evolutiva.
Aquí no es cuestión de quién le dobla el brazo a quién, ni de cuál partido o grupo saca más ventajas en la correlación de fuerzas, ni de cómo se aseguran posiciones de poder de cara a los desafíos que tenemos encima en el orden político. Todo eso las fuerzas partidarias y los grupos de poder deben ir aprendiendo a manejarlo de una manera realmente democrática, sin pretender ventajismos artificiosos sobre la base de componendas oscuras. Esto último ha prevalecido en el ambiente, pero las cosas cambian, y no porque un partido esté hoy en el gobierno y otro en la oposición, sino porque el proceso mismo va autocorrigiéndose, casi siempre sin que los actores se den cuenta a tiempo de ello. De ahí vienen los errores de cálculo, que se pagan caros.
El momento actual es más propicio que ningún otro para que los actores políticos asuman las lecciones que les va dejando la realidad, y las apliquen de manera explícita y creíble. El que lo haga cosechará los mejores frutos. Y esto se da en una circunstancia electoral de alta trascendencia, que evidentemente constituirá una medición significativa sobre nuestro avance democrático efectivo y sobre lo que han asimilado y aprendido las fuerzas en juego.
Lo absurdo y autodestructivo sería mantenerse dentro de la atmósfera viciosa del conflicto, cuando todas las condiciones demandan entrar de inmediato en un ejercicio de tratamiento responsable de nuestros grandes retos pendientes: políticos, económicos e institucionales.

 

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