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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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lunes, 25 de junio de 2012

Si no existe gobernabilidad real no podrá haber desarrollo sostenido (LPG)

Dejar atrás los pleitos por intereses políticos particulares, como los que estamos viendo, y pasar a un ejercicio de altura, en función del bien común. 

El tema de la gobernabilidad es vital para que la democracia funcione como debe ser, a fin de que vaya dando los frutos que se esperan de ella. La gobernabilidad o gobernanza es, según la definición más precisa de la misma, el arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía. Es decir, una sana y efectiva gobernabilidad integra las tres dimensiones esenciales del desarrollo: lo económico, lo social y lo institucional, sin lo cual el país seguirá caminando con las cojeras tradicionales.
En tal sentido, hay que poner en claro que el concepto de gobernabilidad que ha venido manejándose en el ambiente político, y que se limita a conseguir mayorías simples y hasta calificadas por medio de arreglos partidarios bajo la mesa, es un reduccionismo insostenible frente a lo que en verdad se requiere para hacer funcionar la institucionalidad nacional, que es una interacción política y social que le dé sustento a las soluciones factibles de nuestros más graves problemas. Una cosa es lo que puede servir para que un Gobierno se mantenga a flote y otra muy distinta es lo que debe asegurar que los intereses nacionales sean debidamente atendidos.

En el curso de los años recientes, el proceso democrático nacional viene haciendo avances significativos, en medio de múltiples tropiezos y desajustes, derivados en gran medida de las resistencias de los actores políticos y sociales a reconocer cuáles son los límites y las responsabilidades del actuar en democracia. Entre esos avances significativos está el hecho cierto de que se ha llegado hasta aquí sin ningún signo de regresión del sistema. La experiencia pacífica de la alternancia lo comprueba de manera inequívoca. Hoy, pues, es posible construir una gobernabilidad en serio, con posibilidades mucho más favorables. El reto está en ir hacia ahí. Dejar atrás los pleitos por intereses políticos particulares, como los que estamos viendo, y pasar a un ejercicio de altura, en función del bien común.
Según se da la realidad en este momento, con una alternancia política en movimiento complejo y desafiante, y con una competitividad política que tiende a hacerse traumática a la pri--mera de cambio cuando las diferencias retan al sentido común de las fuerzas políticas económicas y sociales, proponerse cimentar una auténtica gobernabilidad constituye una necesidad que no es soslayable ni postergable. Gobernabilidad, como dice la definición formal de la misma, es hacer posible un sano equilibrio en los diversos ámbitos de la sociedad; y hacia eso debería orientarse el esfuerzo de todos aquellos que actúan en el escenario nacional.
La apuesta más urgente que los salvadoreños tenemos entre manos es la apuesta por el desarrollo. Así como están las cosas en nuestro país, en el entorno y en el mundo, ya los conceptos tradicionales de desarrollo no funcionan, y esto empiezan a asumirlo aun los organismos internacionales que se consideraban infalibles al respecto. Es hora de hacer un ejercicio de redefiniciones, y cada sociedad debe hacer el suyo, conforme a sus condiciones y desafíos.
Esto requiere contar con una gobernabilidad sólida y dinámica a la vez, que le vaya cerrando todas las compuertas al desperdicio de energías nacionales en el que aún estamos atrapados. Parar ese desagüe morboso y debilitante es vital para progresar y prosperar.

 

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