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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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lunes, 14 de mayo de 2012

La austeridad, la transparencia y el respeto nunca deben faltar (LPG)

El poder, en todas sus expresiones, debe ser un encargo sagrado, no un botín que está a disposición del primero que tenga la astucia de apropiárselo.

En estos tiempos se está hablando de austeridad en todas partes, aun en los países que
se consideraban incuestionablemente prósperos; y eso es efecto directo de la crisis financiera y económica global que estalló en 2008, y que ha venido arrasando con muchas imágenes estereotipadas sobre el desarrollo. De transparencia también se habla cada vez más, porque la ciudadanía está adquiriendo, en los distintos planos globales, cada vez más protagonismo. Y en cuanto al respeto, es un valor que resulta más necesario en este tiempo de desconcierto generalizado, en el que los paradigmas y aun los principios consagrados se hallan en evidente etapa de revisión. Todos debemos, pues, armarnos de valor, de voluntad y de paciencia para ir entrando sin traumas innecesarios en esta nueva etapa del proceso universal, regional y nacional.
En nuestro país, también se necesita poner en boga la austeridad. Siempre debió ser una norma de conducta ordenadora y estabilizadora, aun en los períodos de más holgura económica, que en nuestro ambiente han sido muy escasos; pero hoy es un imperativo de la realidad. Desde luego, instaurar los comportamientos austeros en el gasto cuando se tiene la costumbre de actuar sin contención es incómodo y hasta traumatizante, sobre todo en los ámbitos de la política, en los que gastar con liberalidad se usa como recurso para ganar voluntades y satisfacer apetitos. Es lo que estamos viendo en estos días en el país: hay que apretarse los cinturones, inevitablemente, y nadie parece querer hacerlo a partir de una aceptación pacífica de las realidades financieras. Hay por eso una agria pugna entre lo que se quiere seguir haciendo y lo que ya no se puede seguir costeando, que sólo tiene un desenlace posible: reconocer que la realidad es la que manda.

De transparencia se habla cada vez más en el medio social, y hay iniciativas en marcha que son avances significativos, sobre todo si tomamos en cuenta que venimos de una larga época en que todas las actuaciones del poder público estaban envueltas en un denso velo de silencio, que era la mejor salvaguarda de la impunidad. La transparencia debe funcionar en un doble sentido: como vía para conocer y así vigilar mejor las decisiones y las actuaciones de los distintos poderes y organismos públicos, y también como factor disuasivo de la corrupción, que continúa haciéndose valer aún con bastantes recursos ocultadores a su alcance.
En cuanto al respeto, es básico que vaya instalándose en el ambiente como un componente de todas las conductas, en línea con la naturaleza de la democracia. Los entes gubernamentales tienen la obligación de dar el buen ejemplo al respecto. Por eso son tan señalables las actitudes destempladas y los sarcasmos ofensivos que han sido la respuesta del Presidente de la Asamblea Legislativa y de un diputado de oposición ante cuestionamientos de los periodistas sobre situaciones financieras o políticas que han saltado a la atención ciudadana en estos días. Las posiciones de alta jerarquía no son credenciales para decir o hacer lo que se quiera, sino, por el contrario, son compromisos de dar en todo sentido y circunstancia el ejemplo del autocontrol.
Consideramos necesario e insoslayable insistir, cuantas veces sea oportuno, en el imperativo de poner en vigencia los valores fundamentales del ejercicio democrático, que son aplicables tanto a la institucionalidad como a la ciudadanía. El poder, en todas sus expresiones, debe ser un encargo sagrado, no un botín que está a disposición del primero que tenga la astucia de apropiárselo.

 

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