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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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jueves, 31 de mayo de 2012

Encarar al mismo tiempo las tareas inmediatas y las de largo alcance (LPG)

El momento no es el más propicio, porque el ambiente está saturándose de emanaciones electorales cada vez más intensas; pero es ya insoslayable hacer los giros evolutivos modernizadores y las reorientaciones de ruta con proyectos que las circunstancias demandan.

En esta coyuntura del tercer aniversario del Gobierno actual, surgen opiniones y valoraciones variadas, que reflejan sentimientos, sensaciones, desencantos, expectativas, rechazos y adhesiones tanto de los ciudadanos comunes como de las más diversas organizaciones. Esta lluvia de enfoques es natural en democracia, y hay que asumirla en ese sentido, sin visceralidades ni triunfalismos. Estamos aprendiendo a funcionar con libertad de criterios, y eso requiere, en primer término, respeto al pensamiento y a la expresión de los demás, aunque estén en el polo contrario de la opinión propia.
Hay términos que circulan constantemente en el ambiente, casi siempre sin que se dé el necesario procesamiento tanto conceptual como funcional de los mismos. Dos de esos términos, que por cierto resultan polémicos por naturaleza, son “cambio” y “rumbo”. Desde la campaña presidencial pasada, el término “cambio” se hizo presente en la primera línea de la estrategia propagandística de la izquierda. Al asumir el Gobierno actual, éste se autocaracterizó como Gobierno “del cambio”. A estas alturas, sin embargo, no hay claridad sobre lo que se quiere decir al respecto, sobre todo porque al no haber bases estructuradas que le den sostén al concepto, lo que va surgiendo es un conjunto de medidas que se califican como “de cambio”, pero que no aseguran ninguna sostenibilidad en el tiempo. Más que de “cambio” habría que estar hablando de evolución constructiva y consistente.

En cuanto al “rumbo”, falta por definir también, de manera inequívoca y compartible, cuál sería la dirección que se requiere como país para que éste avance de manera coherente y firme hacia el progreso evolutivo y la prosperidad compartida. Se trata de una clarificación básica que debería construirse con aportes de variada índole, que van desde lo que piense y quiera la ciudadanía hasta lo que definan y se comprometan a hacer los liderazgos, todo ello dentro de líneas de acción que correspondan tanto a la realidad nacional como a la realidad global. Y en vez de estar hablando de “rumbo” en términos generales, habría que hablar de proyecto y de agenda de país, que se inserten en una verdadera vía de desarrollo.
En ambos sentidos hay tareas inmediatas y tareas de más largo alcance. Una de las limitaciones más grandes que nos afectan desde siempre es la obsesiva concentración en lo inmediato y coyuntural, dejando de lado lo estructural, que por su propia índole es de más largo alcance. Debería estar perfectamente probado por la experiencia vivida a lo largo del tiempo, y muy en especial durante esta larga etapa transicional de posguerra, que si lo inmediato se hace a la brava y lo de largo plazo se va dejando estar, las consecuencias son calamitosas. Mucho de lo que ahora padecemos deriva justamente de ello.
El trabajo básico por hacer en el país es, pues, de gran apremio, y exige mucha responsabilidad. El momento no es el más propicio, porque el ambiente está saturándose de emanaciones electorales; pero es ya insoslayable hacer los giros evolutivos modernizadores y las reorientaciones de ruta con proyectos que las circunstancias demandan. Encarar tales desafíos no es opcional, porque son desafíos implantados en el centro mismo de nuestras realidades más imperiosas, y quien está llamado a llevar la iniciativa es el Gobierno, por el mismo rol que desempeña. A esto debería dedicar, en primer lugar, el tiempo que le queda.

 

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