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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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viernes, 13 de abril de 2012

Más que convocar al diálogo hay que llamar al acuerdo (LPG)

Necesitamos, entonces, educarnos como individuos, como institucionalidad y como sociedad para ejercer el diálogo que no sea un juego de apariencias sino una prueba de resultados.

El diálogo entre los distintos actores que se mueven en el escenario nacional debe ser considerado un dinamismo normal y permanente en el ejercicio democrático que afortunadamente vamos practicando en el país, a pesar de todas las contradicciones y obstáculos que aún se presentan en el quehacer cotidiano, tanto público como privado. Pero hay que aclarar de inmediato que dialogar no es simplemente sentarse alrededor de una mesa a ver qué pasa: el diálogo, para que pueda considerarse tal, debe ser una práctica que implica saber decir y saber escucharse mutuamente. 
Según la reiterada experiencia vivida entre nosotros, se ha fallado en ambas cosas. Decir bien requiere argumentar de manera convincente, organizada y transparente; y escucharse en serio es mucho más que oírse como oír llover, ya que, en el ejercicio de la interacción, cada quien debe estar dispuesto a respetar y considerar lo que piensa, siente y demanda el otro. Necesitamos, entonces, educarnos como individuos, como institucionalidad y como sociedad para ejercer el diálogo que no sea un juego de apariencias sino una prueba de resultados. 

Las problemáticas de nación se complican en forma creciente, hasta llegar a los límites actuales, en buena medida porque nunca ha funcionado en el país la cultura del diálogo. Éste se dio, en forma de negociación, a fin de concluir la guerra y preparar el escenario nacional para una competitividad democrática real y sostenida; pero ahora lo que toca es instaurar de una vez por todas esa cultura del diálogo que es tan necesaria en la normalidad, para ir desenredando nudos en temas cruciales y hacer que todo el aparato institucional se oriente hacia las metas del desarrollo. 
El principal estorbo para que un verdadero ejercicio de diálogo tome cuerpo en nuestro ambiente está constituido sin duda por las desconfianzas y los intereses que siguen predominando en los partidos políticos, y específicamente en sus cúpulas.
Como venimos de una cultura autoritaria que desembocó en bélica, dentro de la cual nacieron las principales fuerzas políticas organizadas que están en primera línea de la competencia, entenderse para muchos sigue siendo una apuesta muy riesgosa, pese a que el fenómeno real induce a pensar todo lo contrario. 
En un tema tan candente como es el de la inseguridad derivada del accionar delincuencial se ha hecho en estos días, desde la Presidencia de la República, un explícito llamado al diálogo entre todas las fuerzas nacionales, para encaminarse hacia soluciones progresivamente satisfactorias. Veremos qué tratamiento se le da a tal llamado, para que no se quede en eso. Teniendo en cuenta la magnitud y la complejidad de la temática, sería un excelente espacio para demostrar que hay disposición de entenderse y voluntad de que lo acordado tome forma permanente en los hechos. 
Por las experiencias frustradas, el diálogo ya no despierta expectativas; y esa es una pérdida de credibilidad que atenta contra las bases mismas del proceso democrático. Corregir los errores y establecer las buenas prácticas es lo que hoy toca hacer.

 

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