Visitas

PUBLICACIONES

MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

Siguenos

martes, 20 de marzo de 2012

Hay que aprovechar la estabilidad política para generar crecimiento (LPG)

Entre nosotros, el caso del Puerto de La Unión debería servir de muestra patética de lo que es dejar pasar una oportunidad de oro por estar privilegiando intereses mezquinos o debatiendo posiciones anticuadas.

Nuestro país es un muestrario muy revelador de lo que se debe hacer y de lo que no se debe hacer. Esto lo venimos viviendo desde hace mucho tiempo, y de tal contradicción permanente derivan muchos de los desajustes que nos impiden ver con claridad las posibilidades del presente y las perspectivas del futuro. Veinte años después de la firma del Acuerdo de Paz, es claro que no hemos sabido sacarle todas las ventajas históricas a ese escenario tan propicio para la armonía y para el desarrollo; y por eso hay tantas oportunidades perdidas o sólo logradas a medias en todos los órdenes, incluyendo desde luego el económico.
Contra cualquier imagen que se quisiera recoger en contrario, el desenvolvimiento político de posguerra, pese a sus evidentes inconsistencias, viene apuntando hacia la estabilidad del proceso y del sistema del país. Y las recientes elecciones legislativas y municipales, a pesar de los incidentes de contradicción y de desorden en unas cuantas localidades del interior, confirman que la normalidad va consolidándose en el ambiente. ¿Por qué, entonces, esto no se traduce en más confianza, en más racionalidad y en más transparencia? Básicamente porque, hasta ahora, las fuerzas y las instancias políticas no han estado a la altura del proceso nacional en que se mueven.

Cada día es más incomprensible que dichas fuerzas, tanto partidarias como gubernamentales, permanezcan enfrascadas tozudamente en un inmediatismo que no conduce a la solución de ninguno de los grandes problemas de nuestra sociedad. Esto podría ser más entendible, aunque no por eso más justificable, en lo que se refiere al Gobierno, porque los tiempos políticos hacen que viva con los días contados, como le pasa a cualquier gobierno; pero está fuera de toda comprensión en lo que se refiere a los partidos, que son organizaciones permanentes, que por eso mismo están obligadas a tener visiones y proyecciones de largo alcance. En las elecciones recién pasadas, resultó evidente que uno de los factores de desencanto y de frustración entre la gente es el estancamiento económico, que ahoga la vida personal y familiar de una gran mayoría de ciudadanos y que cierra los horizontes del futuro. América Latina sobrelleva los efectos de la crisis global con significativa solvencia, como acaba de reafirmarlo el BID; pero nosotros nos movemos a la cola de ese dinamismo, y esto ya se está volviendo crónico. Nuestro país no es mediocre en ningún sentido fundamental, pero muchas de nuestras reacciones y respuestas institucionales y sociales a los desafíos y oportunidades del momento actual sí lo son.
El ritmo de los tiempos, en todos los planos globales y por consiguiente en todas las zonas y países, hace imperativo que haya un decidido impulso nacional permanente. Quedarse al margen implica rezagarse cada vez más, con las devastadoras consecuencias que eso acarrea. Entre nosotros, el caso del Puerto de La Unión debería servir de muestra patética de lo que es dejar pasar una oportunidad de oro por estar privilegiando intereses mezquinos o debatiendo posiciones anticuadas. Otros, en cambio, en el entorno, sacan ventaja de nuestras inconsistencias y nos roban el mandado. ¿Aprenderemos alguna vez?
Han pasado las elecciones y hoy se trata de funcionar con los resultados. Eso es lo normal en la dinámica democrática. Y ojalá que los pleitecitos de ocasión y las rencillas intestinas no le ganen otra vez la delantera a los verdaderos intereses de nación, que son los que deben estar siempre primero.

 

0 comentarios: