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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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miércoles, 21 de marzo de 2012

Es hora de enfrentar las tareas políticas con actitudes diferentes (LPG)

Las viejas actitudes políticas y partidarias vienen quedando obsoletas, en razón del avance democratizador que, pese a todos los inconvenientes, vive nuestro proceso.

Si algo queda inequívocamente claro de los resultados electorales del domingo 11 es que la ciudadanía quiere entendimientos en vez de predominios. Esto se manifiesta de una manera patente en la composición de la nueva Asamblea Legislativa, en la que si bien hay distintas formas posibles de alcanzar mayoría simple, sólo hay una para lograr mayoría calificada: que se entiendan ARENA y el FMLN. Como dice la perspicacia popular: más claro no canta un gallo. Esto podría desatar una prisa desesperada por alcanzar algunos acuerdos antes del 1.º de mayo, para hacer uso de la artificiosa mayoría calificada que permite la actual Asamblea; pero sería censurable hacerlo.
La primera prueba de ajuste a lo que ha sido la voluntad del electorado en las urnas vendrá en los próximos días, cuando se tenga que negociar la composición de la Junta Directiva que conducirá la nueva legislatura. Aunque eso se puede acordar por mayoría simple, la muestra de sensatez sería que todas las fuerzas políticas representadas en el cuerpo legislativo llegaran a un acuerdo satisfactorio para integrar dicha Junta durante los tres años que vienen. Un protocolo respetuoso y eficiente les daría a todos los partidos una buena credencial de credibilidad sobre su voluntad de honrar la voluntad explícita de los electores.
Cuando se hacen, desde los partidos, aproximaciones a las causas de un fenómeno como el del abstencionismo o el de las orientaciones del voto, se tiende a evadir un dato que está en el centro de este fenómeno: la creciente reticencia del ciudadano respecto del modo de actuar de las fuerzas políticas que dicen representarlo. Tal reticencia se da más explícitamente en los sectores medios de la población, que no sólo vienen siendo golpeados por las contingencias económicas y por las políticas gubernamentales erráticas, sino que tienen conciencia más formada sobre sus derechos ciudadanos y sobre lo que hay que demandar y esperar de aquéllos que nos representan.

Ahora mismo, el calendario electoral les pone a los partidos tareas urgentes de las que no pueden escapar: las elecciones presidenciales están a las puertas, y las estrategias que cada quien debe manejar de cara a las mismas tienen que empezar a trabajarse de inmediato. Es evidente que, en este momento, y sobre todo después del cauteloso equilibrio que salió de las urnas el domingo 11, nadie tiene estrategia segura: a todos les toca estructurar líneas de acción, desde la misma definición de quiénes podrían ser los candidatos idóneos. En este punto, los partidos tendrían que plantearse perfiles acordes con lo que la ciudadanía quiere, necesita y espera, para luego jugar con nombres.
Las viejas actitudes políticas y partidarias vienen quedando obsoletas, en razón del avance democratizador que, pese a todos los inconvenientes, vive nuestro proceso. En 2009 se desinfló la táctica catastrofista. En 2012 ha quedado en evidencia que el propósito de romper el equilibrio partidario no convence al electorado. Y vamos hacia 2014. Lo único que parece seguro al respecto es que sólo un trabajo serio, sustancial y convincente de ofertas que respondan a lo que la gente está esperando podrá dar oportunidades de éxito. Hasta el mismo concepto de campaña está cambiando a todas luces: la gente cada vez compra menos imágenes estereotipadas.
Estamos atentos a todos los movimientos que se den dentro de los partidos y en las relaciones de éstos con otros partidos y sobre todo con la ciudadanía. Cada movimiento cuenta, y cada error de percepción o de juicio se paga, ahora más caro que nunca.

 

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