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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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viernes, 10 de febrero de 2012

¿Quién hace el monitoreo del cumplimiento de las ofertas políticas? (LPG)

Ya es hora de que la competencia electoral deje de ser un juego de palabras que se dicen para tratar de ganar voluntades en el momento y que de inmediato se quedan perdidas en el aire.

Las fuerzas partidarias están cada vez más enfrascadas en una competencia abierta por las posiciones de poder, lo cual no significa necesariamente que la llamada clase política se haya incorporado de veras al tipo de competitividad que es propia de la práctica democrática. Es decir, se actúa políticamente dentro del marco de legalidad que la democracia establece, pero sin asumir, con la conciencia, el compromiso y plenitud que corresponden, la responsabilidad de actuar conforme a la lógica que dicho régimen requiere para ser realmente tal. Tal dualidad contradictoria es uno de los principales obstáculos en nuestra evolución política.
En épocas electorales como la que corre en estos días, los partidos y los candidatos que éstos presentan hacen gran cantidad de promesas y ofertas para realizar en el caso de que salgan favorecidos por el voto popular.
Como se trata en este caso de elecciones legislativas y municipales, lo que se ofrece se circunscribe a dichos ámbitos de acción pública, pero en todo caso hay todo un cúmulo de propósitos e intenciones que no deberían quedar en el aire, ya que el primer deber de los que optan a ganar la representación popular en cualquier puesto del aparato estatal debe ser la responsabilidad, en lo que se promete y en lo que se cumple.
No cabe duda de que en nuestro país ha habido un déficit de responsabilidad, que se ha venido haciendo cada vez más cargante con el paso del tiempo. Y esto debe señalarse tanto en los ámbitos públicos como en los campos privados. Es por ello que se ha vuelto tan urgente poner el tema de la responsabilidad en la primera línea de la agenda nacional. Responsabilidad implica no sólo acatamiento estricto de la ley y ajuste también estricto al cumplimiento de los deberes y atribuciones correspondientes, sino apertura a las correcciones, actualizaciones y transformaciones que va exigiendo la realidad en el curso de su desenvolvimiento.
En ese sentido, hay que ver las ofertas y las promesas electorales no sólo como ocurrencias ocasionales sin consecuencias, sino como una oportunidad para medir la seriedad y el compromiso tanto de las organizaciones políticas como de las personas que dichas organizaciones presentan para optar a cargos de elección. Ya es hora de que la competencia electoral deje de ser un juego de palabras que se dicen para tratar de ganar voluntades en el momento y que de inmediato se quedan perdidas en el aire. Esto ha sido lo tradicional y es lo que no debe seguir siendo, porque la responsabilidad democrática exige que lo que se ofrece se cumpla.
¿Quién es el principal encargado, entonces, de monitorear el cumplimiento de las ofertas políticas? Es la ciudadanía, en sus diversas expresiones y formas de manifestarse. Los ciudadanos tienen el derecho y el deber de hacerles saber a los partidos, a sus liderazgos y a los optantes a posiciones de poder que lo que dicen y proponen es un compromiso, del cual tienen que rendir cuentas. Y tanto los partidos como los candidatos deben entender que el electorado es cada vez menos ingenuo y cada vez más exigente. Hoy, pegar fotografías en postes o repetir eslóganes hasta la saciedad ya no son prácticas que aseguren simpatías, como pudo ocurrir en otras épocas.
La democracia, a medida que se va volviendo ejercicio natural en el seno de una sociedad, como es el caso de la nuestra, se vuelve escuela de competitividad inteligente. En este momento, eso lo entiende mejor la ciudadanía, y por ello la ciudadanía es la que va a la vanguardia del proceso.

 

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