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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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miércoles, 8 de febrero de 2012

En el país tenemos que ver todos hacia adelante (LPG)

En vez de quedarse dándole vueltas interminables a lo que ocurrió en la época más amarga de nuestra historia, hay que dedicar todas las energías humanas y sociales disponibles a la construcción de una época nueva, de real convivencia.

La historia salvadoreña reciente es un mosaico de grandes quebrantos pero también de múltiples expectativas. Vivimos un largo período de violencia política antes de que estallara el conflicto bélico en 1980; luego se dieron los 12 años de guerra en el terreno, con toda la destrucción que eso trajo consigo; y al final, se impuso una racionalidad inesperada para muchos con la solución negociada de la contienda militar. Hace 20 años fue firmada la paz, y el momento es oportuno no sólo para hacer balances de lo ocurrido a lo largo de estas dos décadas de posguerra, sino también para reconocer cómo está el espíritu nacional luego de tantas experiencias vividas.
A lo largo de los años de preguerra y durante la guerra que vino inmediatamente después, hubo gran cantidad de crímenes y vejaciones de toda índole, con la secuela de víctimas que eso fue dejando en el ambiente. Multitud de culpas y de culpables se dieron en todos aquellos años. Pero vino la paz, sin vencedores ni vencidos, y para que ese tipo de paz pudiera concretarse, a fin de pasar de inmediato a una posguerra verdaderamente democratizadora, de la que nadie quedara excluido, se dieron las amnistías subsiguientes. Toda amnistía, en cualquier tiempo y lugar, es un sacrificio en función de cerrar una etapa y pasar a otra.

Cada cierto tiempo, sin embargo, se ha venido reviviendo el tema de las culpas de la guerra, y en forma discriminatoria y sesgada. Desafortunadamente, también la conmemoración del XX aniversario de la firma de la paz ha estado contaminada por esa visión reductiva y parcial. Desde luego, sería profundamente saludable para nuestro proceso evolutivo investigar y conocer lo que pasó durante la preguerra y a lo largo de la guerra, pero no una verdad a medias, sino toda la verdad; es decir, lo que hicieron unos y otros, y no para repartir castigos, sino para generar reparaciones que tampoco distingan entre las víctimas. Eso sería hacer justicia histórica.
Pero lo más importante son las actitudes. Y ayer, en nuestras páginas, apareció al respecto un testimonio realmente ejemplar e inspirador. Hace 35 años, en plena preguerra, el llamado Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) asesinó sin piedad a Roberto Poma, a quien tenían secuestrado para lograr propósitos políticos.
A pesar de haber logrado dichos propósitos, mataron al secuestrado, que era un empresario joven, dedicado con gran espíritu de servicio a cumplir funciones públicas y a desarrollar proyectos empresariales privados. El crimen quedó impune, como era tan común en aquellos turbulentos y peligrosos años.
Hoy, 35 años después, Alejandro Poma, hijo de Roberto, que era un niño muy pequeño cuando se dio el sacrificio tan injusto y doloroso de su padre, hace un llamado vehemente, sereno y entrañable a practicar el perdón y a limpiar nuestra atmósfera anímica nacional de odios y rencores para pasar definitivamente a una etapa de construcción pacífica y armoniosa de nuestro futuro. El mensaje es claro y contundente: en vez de quedarse dándole vueltas interminables a lo que ocurrió en la época más amarga de nuestra historia, hay que dedicar todas las energías humanas y sociales disponibles a la construcción de una época nueva, de real convivencia.
Si queremos de veras que la estabilidad, el desarrollo y el progreso generalizado sean una realidad efectiva en nuestro país, debemos reconocer, asimilar y trascender todas las lecciones del pasado, en función de normalizar el presente y viabilizar el futuro.

 

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