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MODERACION
jueves, 25 de agosto de 2011
Pobreza en El Salvador: izquierdas y derechas (LPG)
Escrito por Julio Rank Wright
Jueves, 25 agosto
La superación de la pobreza no es cuestión de izquierdas o derechas, es cuestión de voluntad. No comparto con quienes vociferan que en el mundo hay una gran conspiración de los ricos para explotar a los pobres.
Tampoco me identifico con quienes sugieren que a las izquierdas les conviene mantener niveles de pobreza altos como caldo de cultivo para la supervivencia de sus postulados ideológicos. La pobreza en El Salvador es una realidad. La Dirección General de Estadística y Censos de El Salvador (DIGESTYC) publicó recientemente los resultados de la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) para 2010.
La EHPM arroja datos importantes que se supone deben orientar las políticas públicas, no solo del gobierno de turno, sino de toda la clase política. Entonces, ¿qué nos dicen los últimos resultados? Primero, que el 12.6% de los salvadoreños vive en pobreza extrema, es decir, con un ingreso menor a $45.12 equivalente al costo de la canasta básica alimentaria. Segundo, que el 25.3% de la población salvadoreña vive en condiciones de pobreza relativa, es decir, hogares sin la capacidad de cubrir el equivalente a dos canastas básicas alimentarias. En síntesis, el nivel de pobreza general en El Salvador es del 36.5%. Los niveles más bajos ocurrieron en 2006 y pues obviamente los efectos de la crisis financiera mundial de 2008 incrementaron de nuevo los niveles de pobreza.
¿Qué sentido tiene enumerar cifras que seguramente sabremos estimar? Leídas fríamente quizás sugieran que El Salvador es otro país más, que a pesar de haber logrado importantes avances democráticos y de desarrollo, seguirá destinado a la pobreza. Sin embargo, hay una lección más importante que se puede derivar de las cifras y su evolución con el tiempo: para poder superar la pobreza es necesario primero trascender la disputa entre izquierdas y derechas.
Es urgente encontrar puntos de coincidencia en políticas públicas específicas para reducir los niveles de pobreza. Las diferentes fuerzas vivas del país deben reconocer abiertamente que existen dos amenazas claras para la sostenibilidad democrática del país, y la región: la inseguridad ciudadana, incluyendo crimen organizado, y la pobreza. En un escenario ideal no debería de existir retórica ideológica de izquierda y derecha al afrontar realidades que ponen en jaque la viabilidad nacional. La combinación de liderazgos anclados en el pasado, un aparato estatal lento e ineficaz y la ausencia de una visión compartida del futuro entre la clase política, sociedad civil y sector privado nos mantienen jugando al jaque mate ideológico.
El contexto electoral es la oportunidad perfecta para que los partidos políticos logren acercar posiciones, sin temor, en temas de trascendencia nacional.
En pleno siglo veintiuno hay temas que no deberían de ser víctimas de la polarización: acceso a servicios básicos, educación, salud, política energética, competitividad nacional, institucionalidad democrática y prevención de la violencia, entre otros.
La reacción de la sociedad civil salvadoreña ante la crisis de choque de poderes entre los órganos Legislativo y Judicial hace unos meses atrás fue ejemplar. Sin embargo, así como se reaccionó apasionadamente ante un decreto legislativo es preciso reaccionar más enérgicamente contra la pobreza que roba vidas y aplasta sueños.
Jueves, 25 agosto
Tampoco me identifico con quienes sugieren que a las izquierdas les conviene mantener niveles de pobreza altos como caldo de cultivo para la supervivencia de sus postulados ideológicos. La pobreza en El Salvador es una realidad. La Dirección General de Estadística y Censos de El Salvador (DIGESTYC) publicó recientemente los resultados de la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) para 2010.
La EHPM arroja datos importantes que se supone deben orientar las políticas públicas, no solo del gobierno de turno, sino de toda la clase política. Entonces, ¿qué nos dicen los últimos resultados? Primero, que el 12.6% de los salvadoreños vive en pobreza extrema, es decir, con un ingreso menor a $45.12 equivalente al costo de la canasta básica alimentaria. Segundo, que el 25.3% de la población salvadoreña vive en condiciones de pobreza relativa, es decir, hogares sin la capacidad de cubrir el equivalente a dos canastas básicas alimentarias. En síntesis, el nivel de pobreza general en El Salvador es del 36.5%. Los niveles más bajos ocurrieron en 2006 y pues obviamente los efectos de la crisis financiera mundial de 2008 incrementaron de nuevo los niveles de pobreza.
¿Qué sentido tiene enumerar cifras que seguramente sabremos estimar? Leídas fríamente quizás sugieran que El Salvador es otro país más, que a pesar de haber logrado importantes avances democráticos y de desarrollo, seguirá destinado a la pobreza. Sin embargo, hay una lección más importante que se puede derivar de las cifras y su evolución con el tiempo: para poder superar la pobreza es necesario primero trascender la disputa entre izquierdas y derechas.
Es urgente encontrar puntos de coincidencia en políticas públicas específicas para reducir los niveles de pobreza. Las diferentes fuerzas vivas del país deben reconocer abiertamente que existen dos amenazas claras para la sostenibilidad democrática del país, y la región: la inseguridad ciudadana, incluyendo crimen organizado, y la pobreza. En un escenario ideal no debería de existir retórica ideológica de izquierda y derecha al afrontar realidades que ponen en jaque la viabilidad nacional. La combinación de liderazgos anclados en el pasado, un aparato estatal lento e ineficaz y la ausencia de una visión compartida del futuro entre la clase política, sociedad civil y sector privado nos mantienen jugando al jaque mate ideológico.
El contexto electoral es la oportunidad perfecta para que los partidos políticos logren acercar posiciones, sin temor, en temas de trascendencia nacional.
En pleno siglo veintiuno hay temas que no deberían de ser víctimas de la polarización: acceso a servicios básicos, educación, salud, política energética, competitividad nacional, institucionalidad democrática y prevención de la violencia, entre otros.
La reacción de la sociedad civil salvadoreña ante la crisis de choque de poderes entre los órganos Legislativo y Judicial hace unos meses atrás fue ejemplar. Sin embargo, así como se reaccionó apasionadamente ante un decreto legislativo es preciso reaccionar más enérgicamente contra la pobreza que roba vidas y aplasta sueños.
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