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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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martes, 30 de agosto de 2011

Lo único sostenible son las visiones nacionales de largo alcance (LPG)

La improvisación se nos ha venido volviendo adictiva, con todas las consecuencias de desperdicio de tiempo, despilfarro de recursos y pérdida de energías renovadoras.

La problemática nacional se nos ha vuelto a los salvadoreños un quebradero de cabeza cotidiano. La criminalidad galopante y las dificultades económicas recurrentes hacen que la población esté en situación de angustia que va llegando a los límites de la desesperación. Esto tiene raíces profundas y causas persistentes, pero en los últimos tiempos se sienten más los agobios y los apremios de la crisis. Porque si bien técnicamente podemos no estar en crisis, anímicamente sí lo estamos; y, al final de cuentas, a los seres humanos nos mueve más lo que sentimos que lo que puede comprobarse con datos fríos. Por eso tienen tan poca credibilidad las estadísticas, aunque reflejen datos que reúnan las características para ser creíbles.

En tal escenario, se vuelve cada vez más insoslayable el planteamiento realista sobre la situación nacional en todos sus aspectos, para definir las líneas de acción y las estrategias de avance hacia soluciones que verdaderamente respondan a la naturaleza de los problemas, de tal manera que aquéllas sean suficientes y sostenibles. Esto es lo que no se ha hecho, y ni siquiera intentado en serio a lo largo de estos 20 años de proceso democratizador, y por eso estamos como estamos. La improvisación se nos ha venido volviendo adictiva, con todas las consecuencias de desperdicio de tiempo, despilfarro de recursos y pérdida de energías renovadoras.
La misma naturaleza de esta etapa histórica de posguerra, en la que estamos obligados, como sociedad y como país, a pasar del ejercicio perverso de la nación dividida al compromiso virtuoso de la nación integrada, nos empuja a generar estructuras y mecanismos que propendan a ello. Y para integrar la nación –que es la tarea básica que tenemos por hacer– es insoslayable construir, en primer término, una agenda de nación, que desemboque en un proyecto de nación.
Esto no puede lograrse a partir de ningún dictado gubernamental ni ser producto de una suma mecánica de iniciativas que provengan de distintas fuentes: tiene que ser un esfuerzo compartido por todos los sectores y fuerzas, desde su esbozo original hasta su conclusión ejecutable. Y no se trata, como algunos postulan superficialmente, de intentar un segundo Acuerdo de Paz, porque las condiciones actuales lo que demandan es darle forma orgánica y metodológica a los distintos trabajos de la evolución democratizadora. El Acuerdo de Paz tuvo como objetivo normalizar el sistema político en lo básico, porque su misión era la de sentar bases para la competitividad en ese campo; ahora se trata de avanzar en la modernización socioeconómica, en el aseguramiento de la institucionalidad política, en la reconstrucción de todos los tejidos de la convivencia pacífica y en la planificación efectiva del desarrollo.
¿Cuál es, pues, el camino a seguir para llegar a ese proyecto nacional que tanto necesitamos? Para empezar, que todos se despojen de sus viejas taras ideológicas y asuman el objetivo con auténtica voluntad patriótica. Aquí no se trata de patriotismo de discurso, sino de compromiso de país. El proyecto al que aludimos debe abarcar y trascender la política de Gobierno y la política de Estado, para encarnar la política de Nación. No faltarán los que piensen y digan que un propósito como éste es más ideal que realizable; pero es que todos los objetivos superiores están expuestos a la crítica malévola de los que no se animan o no quieren dar los verdaderos saltos de calidad. En El Salvador ha llegado la hora de pensar y de actuar en grande, en todos los órdenes.

 

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