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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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jueves, 7 de julio de 2011

Hay que trabajar por la normalidad para bajar tensiones conflictivas.(La Prensa Gráfica)

http://www.listasal.info/gfx/gobierno_r1_c1.gifApostémosle seriamente a la normalidad, que es lo único que se sostiene. Y esto puede lograrse con facilidad si se deponen actitudes y se respetan posiciones.

En semanas recientes, como es notorio por el gran despliegue que ha merecido, la situación de conflicto entre las cúpulas de los tres órganos fundamentales del Gobierno ha acaparado la atención de la ciudadanía. A partir de algunas sentencias de la Sala de lo Constitucional, el ambiente ha venido mostrando diversas crispaciones, hasta llegar a la pugna entre poderes, algo que no tiene precedentes en la posguerra. A la pugna se ha unido un componente emocional muy fuerte. Los partidos, a la defensiva o queriendo aprovechar el momento para obtener ganancia electoral. La ciudadanía, expresando en esta coyuntura el malestar que siente por el comportamiento tradicional de las fuerzas políticas. Y lo que menos hay es un análisis sereno y autocrítico de los hechos, que abarcan el proceder de la Sala, de la Asamblea, del Ejecutivo y de los partidos, para sacar lecciones que puedan servirles a todos.

Cuando hablamos de trabajar por la normalidad nos referimos a la necesidad de bajar las temperaturas emocionales y pasionales, para pasar a la consideración de lo que es la responsabilidad de todos y cada uno de los gestores principales de la vida pública nacional. Aquí no se trata de endiosar a unos ni de satanizar a los otros, como tan fácilmente ocurre cuando la atmósfera está caldeada. De lo que se trata es de asegurar que la institucionalidad en su conjunto responda al cumplimiento de los deberes que le corresponden, con el objetivo básico e insoslayable de servir al bien común.
El Presidente de la República, en sus declaraciones más recientes, ha dicho con claridad que no participará más en el debate entre cúpulas, para dedicarse al trabajo que le corresponde. Salir del ruedo de las opiniones que tan fácilmente, al hacerse públicas, le echan más leña al fuego, es una decisión oportuna. Lo que tendría que lograrse es una interacción natural entre dichas cúpulas, que supere pacíficamente los evidentes vicios del pasado y que establezca una comunicación respetuosa y eficiente para desactivar de antemano choques evitables. Como hemos venido sosteniendo a raíz de esta experiencia: en la institucionalidad democrática no hay trincheras, porque nadie tiene que prepararse para la guerra; lo que tiene que haber es armonía respetuosa de las atribuciones y de los límites, que desde luego todos los tienen.
Uno de los requisitos fundamentales para que haya interacción fluida, en este como en cualquier otro ámbito, es controlar la tentación de dramatizar las diferencias. Este caso, en general, y por parte de todos, ha sido excesivamente dramatizado. El Presidente dice que no hay crisis, y esa es una opinión, porque las palabras pueden tener usos variados. Independientemente de cómo se califique el fenómeno, lo cierto es que ha habido choque, que no desquicia al sistema, como algunos quieren pintar, pero sí enciende luces de alarma sobre lo que podría llegar a ocurrir si no se potencia una normalidad en la que todo pueda manejarse sin quebrantos ni abusos.
Insistimos en algo que debería ser labor de primera línea para todos: generar confianza por medio del tratamiento consecuente de las atribuciones de cada quien. Estamos en una democracia, y en la democracia no hay Olimpos ni campos de batalla ni fortalezas blindadas ni nada por el estilo. Apostémosle seriamente a la normalidad, que es lo único que se sostiene. Y esto puede lograrse con facilidad si se deponen actitudes y se respetan posiciones.

 

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