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MODERACION

*La moderación es el proceso de eliminar o atenuar los extremos, es buscar el equilibrio.     *En la moderación se halla lo mejor en ética, en política, en economía. Por eso, Rubén Darío decía que “la moderación es el mejor de los bienes”.     La Real Academia Española define la moderación como sinónimo de “cordura, sensatez, templanza en las palabras o en las acciones”.     Son esas, precisamente, las características o cualidades que más se deben poner en práctica dentro de la política nacional.    

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lunes, 18 de julio de 2011

Dedicarse a trabajar en serio, en vez de seguir en disputas vanas( La prensa gráfica)

Da tristeza y provoca reclamo legítimo el ver cómo se continúan acumulando y agravando problemas sin que haya signos creíbles de que vamos en camino de entendernos para salir de veras adelante
La realidad del país está llena de desafíos que son muy concretos y cuyos tratamientos y soluciones no pueden esperar más. La magnitud de las tareas por hacer al respecto requiere que todas las energías disponibles, tanto en los ámbitos públicos como en los campos privados, se dediquen a los temas que se refieren a las condiciones de vida y a las expectativas de futuro de la ciudadanía, así como a las cuestiones vitales para impulsar y asegurar eldesarrollo.
No hay necesidad de repetir, porque se ha dicho hasta la saciedad, que esos temas –como la seguridad, la recuperación económica, la educación, la creación de oportunidades en todos los ámbitos sociales, el aseguramiento de la estabilidad macroeconómica, entre otros– sólo pueden ser tratados eficazmente, con miras a soluciones reales y sostenibles, si todos sectores, fuerzas e inteligencias del país se unen para integrar un solo esfuerzo.
Esto se acepta cada vez más en el ambiente, y ninguno de los que están comprometidos a hacerlo realidad se atreve a decir lo contrario; pero en los hechos, lo que seguimos viendo es el desgaste de energías en pleitos absurdos y en contradicciones interesadas. Y es que volvemos a las mismas de siempre: cuando se avecinan elecciones, las fuerzas políticas se olvidan de todo lo demás y se dedican a levantar imágenes que, desde la perspectiva de cada quien, presuntamente pueden producir réditos electorales. Por ejemplo: la iniciativa del FMLN de reformar la Constitución. Reformar la Constitución es algo que, en sí, no tiene por qué ser cuestionable; pero aquí lo que levanta ronchas y ansiedades es el momento preelectoral en que se lanza esta idea y el origen que tiene, dado que está de moda que los regímenes “revolucionarios” de los entornos apelen a la reforma constitucional para sus fines de perpetuación y control creciente del poder.
Si en ésas vamos cuando se trata de elecciones legislativas y locales, por importantes y simbólicas que éstas puedan ser, es de imaginar lo que se nos viene en 2013 y 2014. Al ser así, ¿qué espacios quedan para tratar y resolver los problemas de fondo del país? El Ejecutivo sólo mira hasta el 31 de mayo de 2014; los partidos, sólo están viendo hasta 2012 y hasta 2014. ¿Quién atiende, entonces, el calendario de la realidad, que es en el que se ubican y manejan las cuestiones de país, y que hasta la fecha son las más desatendidas?
Da tristeza y provoca reclamo legítimo el ver cómo se continúan acumulando y agravando problemas sin que haya signos creíbles de que vamos en camino de entendernos para salir de veras adelante. Las demandas sociales son cada vez más impacientes. El crecimiento económico no repunta como se necesita. El endeudamiento público, con todas sus secuelas, va en aumento. Las estructuras del crimen organizado y de las pandillas se multiplican, con todos los males que eso trae consigo. Por ello, la ciudadanía, angustiada y atemorizada, quiere hacerse sentir.
Y la señal positiva sobre las posibilidades reales de hacer que el país traspase todos los escollos con éxito debe venir de la institucionalidad. Ha llegado el momento de que la institucionalidad se acredite a sí misma. Ahora más que nunca, los liderazgos gubernamentales y políticos están en la mira de la conciencia nacional. Que no se equivoquen: las triquiñuelas y vivezas políticas al viejo estilo ya no sólo no funcionan, sino que son contraproducentes. Basta fijarse en las reacciones ciudadanas para percibirlo con claridad.

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